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En los 80, en Japón, las autoridades de salud se dieron cuenta que para contener los gastos en sanitarios de una población cada vez más longeva tenían que propiciar una buena calidad de vida. En ese plan, los expertos nipones determinaron que había ciertos alimentos que podían prevenir o contrarrestar los efectos de enfermedades crónicas: los alimentos funcionales.

Alimentos funcionales: qué los define como tal

Según el European Food Information Council (EUFIC), “generalmente, se considera que son aquellos alimentos, que se consumen como parte de una dieta normal y contienen componentes biológicamente activos, que ofrecen beneficios para la salud y reducen el riesgo de sufrir enfermedades”.

El EUFIC pone por ejemplo, se trata de “los alimentos que contienen determinados minerales, vitaminas, ácidos grasos o fibra alimenticia, los alimentos a los que se han añadido sustancias biológicamente activas, como los fitoquímicos u otros antioxidantes, y los probióticos, que tienen cultivos vivos de microorganismos beneficiosos”.

Hoy, se ha avanzado en la investigación de las propiedades “funcionales” de muchos alimentos, como las verduras y los cereales integrales, en la prevención de enfermedades como la diabetes y la hipertensión. “Las últimas investigaciones sobre los antioxidantes dietéticos y sobre la combinación de sustancias protectoras en plantas están contribuyendo a impulsar el desarrollo del mercado de los alimentos funcionales…”, apunta el EUFIC.

Prosigue: “la necesidad de contar con alimentos que sean más beneficiosos para la salud también se ve apoyada por los cambios socioeconómicos y demográficos que se están dando en la población. El aumento de la esperanza de vida, que tiene como consecuencia el incremento de la población anciana y el deseo de gozar de una mejor calidad de vida, así como el aumento de los costes sanitarios, han potenciado que los gobiernos, los investigadores, los profesionales de la salud y la industria alimenticia busquen la manera de controlar estos cambios de forma más eficaz.

En el mercado mexicano tenemos ya varios ejemplos de alimentos funcionales, como los yogures con cepas especiales de lactobacilos; panes industriales bajos en grasa y adicionados con fibra dietética; huevos, jamones y salchichas suplementadas con ácidos grasos esenciales omega-3, por citar algunos.

Comer para conservar la salud a largo plazo está tan cerca como el estante de un supermercado. Sólo es cuestión de saber elegir para vivir mucho más y mucho mejor.

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Por: Matías Carrocera.