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Es bastante común, cuando uno comenta que es psicóloga, y más aún, especialista en sexualidad, las personas tiendan a generar una extraña, pero bastante comprensible disposición “paranoica” en las conversaciones. Donde en cada pregunta que uno hace y aunque sean situaciones lo menos parecidas a un encuentro terapéutico, tienen la sensación “de que los están analizando”. No siempre es así, hay momentos en que uno tiene la habilidad de escuchar sin comenzar a asociar temas, ni tampoco profundizar en cosas que pertenecen a lo cotidiano de la vida. Sin embargo, en el momento en que uno decide ponerse los lentes de psicóloga y adentrarse a estudiar la mente humana, es un arduo trabajo olvidarlos en la consulta y observar el mundo sin ellos.

Con estos lentes me he visto observando últimamente a las parejas de nuestra sociedad, no sólo en la consulta, sino en diferentes situaciones del día a día. Y a pesar de descubrir una infinita variedad de conductas, muy propias a nuestra cultura chilena, hubo un hecho particular que me asombró desmedidamente; los besos. Ni si quiera sé si podría llamar así a lo que observé, más bien debería tildarlos de “topones” o como se apoda también; “piquitos”.

Estoy pasmada en tropezarme con que ese primer encuentro, de cercanía y erotismo al mismo tiempo, parece ser lo primero que se olvida en las parejas de hoy, quedando la boca y los labios con la misma connotación que besar una mano o una foto. Donde la mirada apenas se cruza y se va dejando de lado lo que sabemos y tenemos claro, que un beso puede provocar. Llámenlo como quieran; “mariposas en el estómago”, “ver las estrellas”, qué se yo, pero de que todos sabemos lo que un “buen beso” nos provoca, estoy segura.

Denise Knowles, reconocida sexóloga británica, luego de un acabado estudio sobre el tema, comenta; “Es fácil que las parejas se olviden de besarse, pero es una manera muy valiosa de compartir intimidad. Siempre nos hacen hincapié en tener buenas relaciones sexuales, pero mucha gente se olvida de que un beso es una manera fácil de mantener el contacto. Un buen beso da tanto placer y bienestar como el buen sexo, pero el beso es más fácil porque lo podemos disfrutar en la intimidad y en público”.

No se imaginan la cantidad de parejas que llegan a la consulta cuestionándome y solicitándome soluciones para su incapacidad de sentir deseo sexual, y cuando les pregunto qué hacen para erotizarse, quedan perplejos porque parecieran no tener una respuesta.

¿Qué significa un beso? ¿Qué connotación le damos en nuestra vida de pareja? ¿Por qué con el tiempo, los “besos apasionados” son lo primero que dejamos de lado? ¿Hace cuanto no miras a tu pareja a los ojos y le transmites las ganas que te provoca darle uno? ¿Quién no ha visto el clásico del cine “Pretty Woman” y se ha conmovido al escuchar que la protagonista no besaba a sus clientes?

Pareciera ser que besar tiene que ver con entregarse, con acercarse, con mirarse, con expresar.

La Organización Británica Relate, especialista en terapia de pareja y sexual,  asegura que besar a la pareja es el mejor antídoto contra la depresión y una excelente forma de mejorar la salud; libera oxitocina, hormona encargada de la sensación de bienestar, endorfina, conocida como la hormona de la felicidad, testosterona, componente hormonal relacionado al deseo sexual, adrenalina, encargada de la frecuencia cardiaca y la presión arterial. En fin, provoca tal conmoción en nuestro cuerpo, que algunos biólogos comparan un beso apasionado con una sobredosis de anfetaminas.

Las invito entonces a besar. A volver a la adolescencia. Dejemos de sobrevalorar (por un tiempito) el atuendo erótico y el juguete sexual, y cambiemos la visita al sex shop por el quiosco y la farmacia de la esquina. Invirtamos hoy en pastillitas, chicles y enjuagues de menta, y lleguemos a la casa a simplemente exclamar ¡Bésame!

Una Columna de Nerea de Ugarte

Foto de: we heart it.