You are currently viewing Comportarnos como invitados y ser visitas en nuestras propias vidas

Cuando estamos de visita en la casa de alguien a quien apreciamos y respetamos, nos comportamos a la altura; todo está rico, todo está bien, no hay malas palabras, ni comportamientos fuera de lugar. Hacemos de nuestra actitud un acto consciente por agradar al anfitrión y vemos fácilmente el lado bueno de las cosas.

No es especialmente complicado porque forma parte de nuestros hábitos sociales, con los que ya estamos familiarizados. Sin embargo cuando estamos en el propio hogar, en la confianza plena de ser quienes realmente somos, sin filtros, suelen asomarse las mañas y pequeñas neuras que todos tenemos; probablemente la comida ya no está tan rica, alguien dejó la puerta abierta, el agua corriendo o hay demasiado ruido. Cositas domésticas tontas que a veces nos irritan más de la cuenta.

También puedes ver: guarda este texto y léelo cuando te sientas a la deriva.

¿Y si nos comportamos siempre como visitas?

¿QUÉ TAL MEJOR SI NOS COMPORTAMOS SIEMPRE COMO VISITAS EN ESTA GRAN INVITACIÓN QUE NOS HA HECHO EL UNIVERSO, QUE ES LA VIDA MISMA?

Sin importar el lugar donde estemos; ya sea en nuestras casas, en la de otros, en el trabajo o en espacios públicos, la invitación es a que sintamos siempre que estamos un poco “de prestados”, como visitas en nuestro propio cuerpo, porque el fondo es así. Nuestras vidas, nuestros seres queridos y todo aquello que tenemos la ilusión de poseer, en realidad no es nuestro, sino que nos lo ha entregado el Universo de forma temporal para disfrutar la existencia en el tiempo presente. Esa es la regla de oro de la anhelada felicidad y el estado de plenitud que todos deseamos.

Comportémonos como visitas sacando la mejor parte de nosotros en toda ocasión, siendo la mejor versión de nosotros mismos, esparciendo luz y amor en todo contexto, siendo maestros de plenitud para nosotros y para los demás, disfrutando cada instante, cada detalle, agradeciéndolo todo, riendo y sonriendo como si nuestros amigos más preciados estuviesen presentes.

Por: Raimundo Silva Guzmán
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