Existen diferentes situaciones y hechos particulares que por ser mujeres nos provocan un gran monto de placer; ir de shopping, mimarnos en temas de belleza, sentirnos productivas en ámbitos que para cada una sean importantes, y a la vez, disfrutar de nuestra sexualidad. Si a todo lo anterior, le agregamos el hecho de poder comentar, discutir y dialogar estas diferentes instancias con amigas, el placer se incrementa automáticamente. De hecho, un estudio realizado por “Women and Teen Girls Mood and Hormone Clinic California”, postula que al establecerse contacto por medio de la charla entre amigas, se activan los centros de placer en un cerebro femenino. Y más aún, se activan en mayor cantidad, al compartir secretos que tengan implicancias románticas o sexuales. Esto es provocado por un gran flujo de dopamina y oxitocina que provoca descargas neurológicas placenteras parecidas a un orgasmo.

Es así, que hace algunos días, me encontraba en un bar con mis amigas, redondeando temáticas que abarcan todo nuestro acontecer femenino. En el correr de la noche, la conversación fue acercándose “sin querer queriendo” a todos los “chascarros” vergonzosos que cada una había experimentado en su vida sexual. Fue en este momento cuando comencé a observar como cada una reaccionaba con las historias de las demás, dándose un fenómeno bastante interesante. Algunas reían, otras escuchaban, por ahí también comentaban, sin embargo hubo muchas que sólo observaban sorprendidas. Una mirada que me provocó pensar que muchas de las experiencias ahí comentadas, eran absolutamente nuevas para ellas.

Un parecido escenario se presentó en mi consulta la semana pasada. Lucía. 8 años de un contento y dinámico matrimonio. Me relata que durante toda su relación se había sentido intensamente plena en lo sexual, pero que sin embargo hace alrededor de un mes las cosas habían cambiado. Expelía rabia hacia su marido por ser, según ella, eyaculador precoz. Comenzamos a clarificar el tema y surge una interesante situación. Le pregunto cual es el motivo por el que después de 8 años de vida sexual activa con él, recién hoy consulta sobre el tema. Y me responde con una frase de oro: “Es que, conversando con mis amigas me enteré que sus maridos duran como media hora en la cama y el mío con suerte 5 minutos”. Yo le devuelvo: “¿Has sufrido con tus 5  minutos por ocho años?” Ella me responde: “No, siempre lo he pasado bien, pero me tinca que igual debe tener algún problema”.

Y así sucede estimados lectores con los parámetros sociales que hoy se nos imponen. El envidiado desempeño de los actores masculinos de películas pornográficas, la anhelada capacidad multiorgásmica por la que las mujeres luchan, la potente presión que genera “la mujer superpoderosa y feminista” de nuestra época sobre los clásicos “machitos recios”, en fin, una gran cantidad de expectativas que se tiran a la cama y que van convirtiendo nuestra sexualidad en una tarea más del día.

Respecto a lo anterior, han ido surgiendo cada vez más disfunciones sexuales que tienen mucho que ver, con el monto de exigencia que nuestra sociedad nos establece como un “prototipo de ideal”. De esta forma, vamos instalando cada vez más desafíos a nuestro umbral de placer, sin sentarnos a pensar, lo que para cada uno es realmente placentero.

Apunto entonces a que se den el tiempo y el espacio para sentir. Sentir no es actuar, sino permitirse descubrir qué le va pasando a nuestro cuerpo con cada sensación que percibimos. Permítanse por algunos minutos dejar el mundo externo de lado, para poder escuchar realmente, lo que les dice su mundo interno.

Pd: No se olviden que existe una razón por la cual crearon diferentes tipos de chocolate; algunos nos deleitamos con el bitter, otros se derriten por el blanco, y muchos adoran el nuss. Al final, ¡el placer tiene que ver con el gusto de cada uno!

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*Todos los nombres de pacientes son ficticios, responden a una realidad general y cotidiana de mi consulta.