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El Trastorno Obsesivo Compulsivo (conocido como TOC) es padecido por el 3% de la población. Pero muchos de sus síntomas, los padecemos muchos….

¿Quién alguna vez no salió de su casa e, invadida por un pensamiento de duda, regresó para confirmar si cerró la puerta? ¿O antes de ir a acostarse necesitó confirmar que cerró las llaves de gas o las ventanas? O algunos, incluso, necesitan vivir ciertos rituales cotidianos, como contar las baldosas de las veredas pares, o memorizar patentes de autos como si fueran amuletos. Aquel que lleva a la práctica estos hábitos, suele verlos como algo absurdo o irracional, por lo que, si bien es un secreto que no comparte con otros, lo toma como algo natural en su vida. Si estos pensamientos automáticos se repiten con mayor frecuencia, se transforman en obsesiones. Éstas pueden llegar a invadir tu vida, hacerte dudar de todo y limitar tus actividades cotidianas.

Algunos de estos actos tienen que ver con contar, arreglar, chequear en forma compulsiva y repetitiva. Así, pasas de tener un hábito molesto a tener un Trastorno Obsesivo Compulsivo (conocido como TOC). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo sufre el 3% de la población y se detecta, en general, en la adolescencia y en los adultos jóvenes.

La enfermedad es el resultado de una vida muy organizada pero no del todo “elegida”. Esto surge de creencias que hacen que veas el mundo como un lugar peligroso, que te genera miedo y ansiedad, en lugar de verlo como un lugar lleno de posibilidades para explorar y disfrutar.

Desde esa creencia (influenciada por mandatos familiares y miedos que se transmiten sin querer), no te das otra opción que salir a vivir tu vida a través de la máscara de un personaje, donde intentas mostrarte como una persona muy madura, educada y responsable, con las respuestas justas, con las ideas claras, con el control de todo y de todos. Y terminas viviendo una especie de “doble vida”: esa que crees que es la esperable, la “reconocida” por todos, la que “tiene que ser”.

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Vives desde el personaje que armaste, mientras la persona que quieres ser se pierde. Empiezan a aparecer diferentes síntomas: miedos, ansiedades, pensamientos obsesivos, dudas, insomnio, preocupación crónica, dificultad de delegar, búsqueda de la perfección… Si no “pescas” a tiempo este juego, entrarás en una zona de riesgo: la enfermedad.

Sabemos que no son tiempos fáciles, vivimos corriendo todo el día sin preguntarnos hacia dónde, pero seguimos, casi automáticamente. Constantemente te enfrentas a crisis de valores sociales y afectivos, a situaciones de injusticia que te lastiman. En este acelerado vivir cotidiano, puedes sentir que te quedas “sin recursos” o, al menos, que no tienes los suficientes. Viéndote desbordada, vulnerable, empiezas a controlar toda situación, sin darte cuenta: haces el trabajo de los otros para evitar que lo hagan mal, te adelantas a situaciones negativas y, sin chequear probabilidades, intentas controlar el futuro, pensando diferentes opciones bajo el lema “por las dudas”.

De esta manera, haces de tu vida una gran agenda donde organizas todo y proyectas los próximos años sin preguntarte si eso es lo que realmente te va hacer bien. El control aparece como una protección y, con esa idea, corres el riesgo de asociar “control” con “poder”. Es ahí donde pierdes la posibilidad de escucharte.

A continuación, algunos tips que te pueden ayudar:

* Pierde el miedo a equivocarte. El hecho de no confiar en vos te lleva a hacer actividades que haces con frecuencia porque te hace sentir más segura. Pero así pierdes también la posibilidad de vivir nuevas situaciones.

* Aprende a valorar tu opinión. Cuando te pongas un objetivo, piensa en dos metas posibles: una, la que crees que es la que “tiene que ser” y, otra que también sería buena para ti. Dos opciones, ni mejor una que la otra, simplemente, distintas. Más allá de los resultados, mímate, regalate o hace algo que te guste. Esto te ayudará a bajar las expectativas (que no es lo mismo que resignarte), permitiéndote disfrutar de las cosas que quieres para ti.

* Sé tu observadora emocional. Trata de detectar la emoción de miedo o ansiedad en el momento que aparece. Investigala. Registrá ante qué situación apareció esa sensación, qué hubieras querido hacer en ese momento que no hiciste, y qué podrías hacer ahora. La emoción encierra siempre un mensaje que tenés que aprender a descifrar. Si no, se queda dentro tuyo, limitándote.
* Suelta tus pensamientos. No luches contra tus pensamientos negativos. Arma una estrategia para aprender a manejarlos. Intenta no aceptar las ideas tal cuál se dan. Abre un diálogo con tus pensamientos. No te quedes con respuestas cerradas, busca otras explicaciones alternativas.

* Desintoxica tus pensamientos. Armate un “ayuda memoria emocional” con algunas preguntas básicas. ¿Qué me da miedo? ¿Qué evidencias reales tengo? En una escala del 1 al 10, ¿qué posibilidades hay que sea así? ¿De qué otra forma puede ser? Lleva estas preguntas adonde vayas y, cuando sientas que te enredas en tus pensamientos, léelas una hasta contestarlas. Si en alguna tienes dificultad, imaginate cómo lo haría alguien que tu quieras mucho.

El día a día nos muestra que es poco lo que podemos controlar, y eso es buenísimo. ¿Por qué? Porque la vida puede sorprenderte para disfrutar lo bueno o enfrentar los desafíos que te propone y, viéndolos como un aprendizaje, logras soltar el miedo, la obsesión y la perfección para vivir tu libertad.

¿Te sucede mucho que no puedes dejar de controlar todo? Cuéntanos tu experiencia

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Fuente: Derf