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En sólo un par de días me tocó experimentar dos situaciones totalmente opuestas: el nacimiento y la muerte de seres queridos. Es complejo pero a la vez es la ley de la vida, pasé de la alegría a la tristeza sin transición.

Nació mi lindo Mateo, hijo de mi querida amiga Faby. Lo esperábamos con ansias y creo que eso mismo hizo que el parto se adelantara, digo “lo esperábamos” porque tuve la fortuna de compartir con ellos gran parte del embarazo y tener largas conversaciones con ella de que no había que buscar un porqué sino un para qué la vida le enviaba este regalo sin estar programado, lo que volcó su realidad en 180°, pero la ha hecho crecer mucho como persona y mujer. Estoy muy orgullosa de ella, ha sido fuerte y ahora está experimentando el más hermoso encuentro cara a cara con su bebé y sé que será una gran mamá.

Por otro lado, falleció abruptamente el padre de mi amiga-hermana del alma. Con Paty nos conocemos desde niñas, tenemos una conexión muy fuerte, hemos reído y llorado juntas durante estos últimos veinte años. Su familia es la mía, así lo siento.

La partida de su papá es dolorosa, es inevitable recordar todos los momentos que compartí con él, un hombre cariñoso, íntegro, con sentido del humor, nunca lo vi enojado y menos triste. No es fácil mitigar la pena de una familia, saber que digas lo que digas no puedes aplacar la pérdida y que sólo el tiempo ayudará a través de los recuerdos y enseñanzas que nos dejó, aliviar el corazón.

Quise comentarles esto porque todos los seres humanos debemos enfrentar emociones que nos conducen a un aprendizaje, situaciones positivas y negativas que dan como resultado que seamos personas maduras, con experiencia de vida.

Por supuesto que preferiríamos sólo sentir las buenas, los momentos felices, esos que alimentan nuestro espíritu pero aunque es difícil la pena también es necesaria.

Cuando nos sentimos tristes muchas veces pensamos que la vida es injusta, la tristeza es una emoción tan válida como la felicidad, ya que las circunstancias de bienestar y alegría cobran sentido al representar un contraste con las vivencias de dolor.

Debemos tratar de mantener un equilibrio emocional y enfrentar la vida con una actitud y mirada optimista, de cada escenario adverso rescatar aquello que creamos nos servirá para sobrellevar situaciones futuras lo que contribuirá a nuestra sanación y crecimiento.

Lo dulce y agraz, los altos y bajos siempre estarán presente y lo más gratificante es que contamos con un círculo de personas: familiares, amistades, pareja, con las que podemos compartirlas y apoyarnos.

 

Por Sandra Barrueto

@SFBarrueto