You are currently viewing Durkheimer Wurstmarkt: la vendimia más grande de Europa

Nuestro primer viaje a Alemania fue bajo la consigna de no planear mucho. No hicimos una sola reserva de hotel. No teníamos un destino fijo. Solamente un boleto de tren, saliendo desde París. La idea era elegir una estación al azar, explorar, y seguir. Eventualmente, llegaríamos a Munich para celebrar Oktoberfest. Ni nos imaginábamos la sorpresa que nos esperaba al bajarnos del tren.

Después de un par de horas de viaje, los viñedos, las casitas con sus clásicas terminaciones de madera, las flores colgando de los balcones y los pueblitos que salpican el bello paisaje del sur de Alemania se fueron sucediendo ante nuestros ojos, avisándonos que estábamos llegando. Una vez pasado Saarbucken, y después de disfrutar la vista por unas horas, decidimos bajarnos en la próxima estación.

Llegamos a Mannheim

Eran alrededor de las 7 de la tarde. Mannheim es una ciudad tranquila, que en ese momento parecía silenciosa, despojada de habitantes. Los viajeros teníamos antojo de una cerveza y comida local.

Pronto aprendimos que la comida, en Bavaria, nunca decepciona: las porciones son generosas, las salsas son suntuosas y abundantes, y acompañan siempre el sinfín de salchichas y embutidos que elijamos. El kraut provee el equilibrio en estos platos en los que, por lo general, el cerdo es rey.
La cerveza, que no necesita de presentación cuando hablamos de Alemania, siempre está presente, en cantidades copiosas, y en variedades que llevaría una enciclopedia enlistar.

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Mientras saboreábamos la gloria de nuestros primeros knackwurst y weisswurst, nos enteramos que, a menos de una hora de Mannheim, se encontraba el festival de la vendimia “mas grande de Europa”. Hacia allá fuimos, en un taxi con un conductor que no hablaba inglés. Después de más de treinta minutos adentrándonos en el campo, cuando ya comenzábamos a dudar de nuestra decisión, comenzaron a asomarse una rueda de la fortuna, luces de colores, personas que llegaban a granel. Ahí, en medio de la nada, cerca de un pueblito llamado Bad Durkheim, habíamos llegado a una fiesta de verdad

Cómo llegar

Si bien nosotros llegamos en taxi (a cuyo conductor nuestro amable mesero le dio instrucciones en alemán), la mejor manera de llegar a Bad Durkheim desde Mannheim es en tranvía. El boleto cuesta unos 3 Euros, y el tranvía circula hasta altas horas de la madrugada, llevando pasajeros directamente del centro de Mannheim hasta las puertas del festival.

A Mannheim podemos acceder en tren prácticamente desde cualquier ciudad con servicio de tren en Europa. El aeropuerto importante más cercano para viajeros internacionales es Munich. Por lo general, lo mejor es comprar un pase de tren para utilizar varias veces en el transcurso de nuestro viaje, lo cual nos ahorra dinero y nos da mas libertad de movimiento. En la página de Eurail se compran los boletos de antemano, y hay una gran variedad de opciones para ajustar tu pase, para todos los presupuestos y recorridos. Los boletos se envían por correo, por lo cual es mejor comprarlos con anticipación.

Una ventaja de Mannheim es su precio, comparado con otras ciudades de Europa central (especialmente Munich!). Un hotel 3 estrellas en zona céntrica cuesta alrededor de 60 Euros la noche. Mannheim también ofrece atracciones para lo más chicos (y no tan chicos), como su museo interactivo de ciencias y tecnología, en el centro de la ciudad.

El Oktoberfest del vino

Durkheimer Wurstmarkt es un festival que se realiza todos los años en septiembre, y dura alrededor de 10 días (este año, comienza el 9 de septiembre, y culmina el 19). La entrada es gratuita, y recomiendo reservar al menos dos noches para explorarlo a fondo.

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El Durkheimer es como una sucesión interminable de carpas abiertas y mesas al estilo biergarten, donde se mezclan las risas y los cantos tradicionales con el zapateo sobre las mesas, y donde la gente sorbe Riesling en vasos de medio litro, alternándolo con salchichas, knodels y pollos que circulan incesantemente en bandejas acarreadas de a tres, de a cinco, por muchachas ataviadas con sus clásicos dirndl y cabello trenzado,  siempre sonrientes y con las mejillas amorotadas por el frío. Bandas de cuatro o cinco personas, aquí y allá, entonan cánticos tradicionales bávaros, a los que la gente vestida con lederhosen responde inmediatamente con cantos y bailes.

¿Qué podemos saborear? La lista es larga… En el Wurstmarkt no hay grandes restaurantes, pero además de las carnes y platos tradicionales mencionados arriba, se pueden encontrar un sinfín de puestitos de comida, que llenan el aire de otoño con los aromas y vapores de garrapiñadas y galletas de jengibre, crepes rellenas (frambuesas o nutella, entre otras irresistibles opciones) y manzanas rostizadas.

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Una kermese con todo tipo de juegos nos invitan a ser niños de nuevo y, desde lo alto de la rueda de la fortuna, a admirar este enjambre de luces y movimiento en medio de la nada, rodeado por un bosque oscuro, del que cual no mucha gente fuera de Alemania sabe, y del que nosotros tuvimos la suerte de ser parte.

Una de las cosas que más me gustó del Wurstmarkt es que no aparece en los libros turísticos. Es una celebración local, auténtica. No hay música norteamericana o menúes en inglés. Es una fiesta a la que acuden familias enteras, con niños pequeños, con abuelos, con mascotas. Un lugar que solamente podíamos encontrar como lo hicimos: echándolo a suertes, bajando en una estación de tren desconocida.

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¿Y los vinos? No podemos dejarlos de lado, ya que son el centro del festival. Cada viñedo tiene su carpa, y cada uno ofrece, orgulloso, sus variedades de Riesling, Silvaner, Pinot, Rotling y Rheinheissen. Frescos, algunos más dulces; otros más crespos, todos acompañantes ideales para el festejo, para las delicias que se entremezclaban esa noche, para este viaje que se convirtió en una tradición para nosotros. Al año siguiente, viajando de mochileros por Europa, no pudimos resistirnos y regresamos.

Ya sea que viajes sola, con tu pareja, o con tus hijos, el Durkheimer es una manera increíble de pasar tus vacaciones!

¡Hasta la próxima!

Ludmila Baker