hongos vaginales

El uso de los derivados anfetamínicos y de otras sustancias para perder el apetito es un recurso tan erróneo como peligroso, y en ocasiones difícil de erradicar. Los intermediarios venden los productos, fraudulentos y envueltos en la etiqueta de “elixir mágico”, a incautos que a veces pagan elevadas cantidades por ellos y corren el riesgo de sufrir graves disfunciones fisiológicas y metabólicas.

En estos peligrosos cócteles, preparados por desaprensivos y que suponen un atentado a la salud pública, suelen ir mezcladas las anfetaminas con otras drogas peligrosas y muy poderosas, como las hormonas tiroideas y los diuréticos, con consecuencias físicas y psíquicas graves para quienes los toman.

Un “tratamiento” con estos preparados puede lograr, en efecto, que se pierda peso –agua sobre todo- en pocos días, pero la recuperación de esos kilos se realiza a la misma velocidad, con el inconveniente de un “efecto rebote” devastador, pues una de las consecuencias más perniciosas de la ingesta de los peligrosos cócteles es el desequilibrio hormonal, algo que cuesta mucho recuperar después.

SIN APLICACIÓN TERAPÉUTICA

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la presencia de estos preparados en el mercado, que no tienen ninguna aplicación terapéutica demostrada, obedece por una parte a una falta de regulación clara por
parte de los gobiernos, y por otro a la proliferación de la distribución clandestina de los productos, debido a los jugosos beneficios que pueden proporcionar tanto a fabricantes como a traficantes.

La JIFE es el órgano de las Naciones Unidas encargado de vigilar el cumplimiento de los tratados internacionales sobre el consumo de sustancias que pueden resultar peligrosas para la salud.

Por otro lado, en las crónicas de sucesos de los medios de comunicación son frecuentes las noticias sobre la persecución legal a establecimientos en los que se trafica con anorexígenos.

CONTROL DEL APETITO

La necesidad de la ingesta pasa necesariamente por el centro de control del apetito, el cual recibe información de manera continuada de otros centros nerviosos, que a su vez mandan la señal desde distintas partes del organismo: sensores de niveles de glucosa y de dilatación del estómago e intestino; señales químicas hormonales que informan de los niveles de saciedad y del estado de macronutrientes de los alimentos, etc.

La falta de nutrientes esenciales también llega al centro de control del apetito, aunque todavía se sabe poco de cómo se establece el estado de necesidades y cómo se implementa esa información en el contexto de la modulación del hambre.

William F. Colmers, del departamento de Farmacología de la universidad de Regensburg (Alemania) y experto en Neurociencia, dirigió un experimento de laboratorio con ratas para tratar de determinar si los mecanismos de control del apetito en el cerebro se modifican entre el momento del destete del roedor y cuando éste se ve obligado a procurarse su propia comida.

De acuerdo con las conclusiones del equipo investigador, el área del cerebro que nos indica si estamos hambrientos o saciados es “plástica”, es decir que se adapta a los cambios en las fuentes de alimento, por lo menos una vez en nuestra vida.

Para llegar a estas conclusiones, Colmers y su equipo midieron la sensibilidad de ciertos tipos de células cerebrales a las hormonas que envían un mensaje de hambre y a las que envían un mensaje de saciedad.

En torno a las tres semanas de vida, algunas células cerebrales de las ratas se tornaron notablemente menos sensibles a la hormona que les estimulaba a comer. Por otro lado, científicos del Hospital de la Universidad de Santiago de Chile, presentaron, en la Sociedad de Endocrinología en San Francisco (EE.UU.), un estudio en el que quedó demostrado que las personas con exceso de peso sometidos a un programa de ejercicios físicos, registró una disminución de la grasa corporal y

de la ingesta de calorías, vinculada a una reducción del apetito.

Esta disminución en la ingesta de calorías y la reducción en el índice de masa corporal están vinculadas, según los resultados de la investigación, a niveles superiores de una proteína llamada Factor Cerebral Neurotrófico Derivado (BDNF, por su sigla en inglés) y que coordina el crecimiento y la supervivencia de las células nerviosas.

El equipo evaluó los niveles de la proteína en la sangre antes y después del programa de ejercicios aeróbicos de tres meses llevado a cabo por los quince participantes en el experimento, quienes no fueron sometidos a un régimen dietético bajo en calorías.

Al término del experimento, los participantes presentaban un índice más bajo de masa corporal, así como una reducción del perímetro de la circunferencia de la cintura y de la tensión.

Después de doce semanas de experimentación, se comprobó que en los quince participantes habían aumentado considerablemente los niveles de la proteína BDNF, y su concentración era proporcional a la disminución
de la ingesta de calorías y a la pérdida de peso.

 

Fuente: Informe21.com