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Y ahí estaba yo con el gorrito de enfermera y la piel cubierta en aceite, cruzando los brazos para “photoshopearme” el escote, mientras procuraba no perder el equilibrio enfundada como prieta en un diminuto traje blanco y tacos de diez centímetros. El pelo cuidadosamente desordenado y mi mejor cara de actriz porno mirando directamente a los ojos de Jorge, lista para solucionar salvajemente nuestros problemas maritales. Todo perfecto, lujurioso al máximo. Excepto que mi maridito lindo distaba mucho de saltar de la felicidad al ver tamaña escena erótica.

Me miraba con una mezcla entre espanto y nerviosismo, así que decidí romper el hielo acercándome seductora. Carraspeé y pronuncié con voz de secretaria hot.

¿Cómo está mi enfermito favorito? Te va a encantar lo que tengo planeado para curarte, mi amor – Como Jorge seguía mirándome con cara de tonto, pensé que a lo mejor quería una enfermera con carácter y subí el tono en una fusión perfecta entre sensualidad y sadismo- ¡Sácate la ropa, mierda!

Y ahí fue cuando funó todo.

No sólo Jorge no se quiso sacar la ropa, sino que cuando yo quise hacerlo, me agarró de las manos y con cara de perrito lastimoso me pidió que por favor “dejara de actuar”. Hice corto circuito. Pero ¿Qué le pasaba? ¿No era verme vestida así su fantasía sexual desde hace años? ¿La que mil veces me pidió y yo le negué? ¿Por qué no aprovechaba? Me miré de arriba a abajo buscando algún descuido para explicar lo inexplicable, pero Jorge se me adelantó.

-Te ves exquisita, Fran. Pero lo que yo quiero es volver a hacer el amor contigo… No que me hagas favores.

¡Plop! Debo confesar que me costó hasta la mañana siguiente (cuando se me pasó el enojo de haber sido rechazada y pude por fin pensar con la mente fría) qué cresta significaban las palabras de Jorge, y con dolor, comprender que tenía toda la razón. De enfermera, odalisca o la Sirenita… Lo cierto es que sólo buscaba un ansiolítico para sentirme menos culpable por nuestros problemas. Y claramente, con eso no arreglo nada.

¿Por qué siempre que quiero recuperar el deseo, lo hago pensando en lo que a él puede gustarle? Sé que es ridículo, y sin embargo, no puedo evitarlo. Como cuando me compro ropa con la que sé que él me va a encontrar rica aunque a mí no me mate, por ejemplo, o elijo el color de lencería que sé que a él lo prende y en la cama exagero los gemidos que más lo calienten (y por qué no decirlo    ¡que lo ayuden a terminar antes también!) En fin… ¿Por qué si lo que quiero recuperar es precisamente MI sexualidad, comienzo por hacer todo para satisfacerlo a él? Necesito descubrir qué es lo que me prende a mí… ¡Y dar rienda a mis propias fantasías!

¿Alguna sugerencia que por favor no involucre ser una prieta viviente? ¡Se habrán dado cuenta de que muy creativa no ando! En una de esas alguna de ustedes puede ayudarme con algún consejillo y les juro de guata que lo cumplo al pie de la letra. (Obvio que les cuento si me sirvió.)

Nos vemos pronto, chicas. ¡Basta de disfraces por hoy!

Recuperando el deseo…(¡y mi vida!) desde el comienzo AQUÍ

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Carla Stagno Gray: Periodista y guionista. Ha trabajado en medios escritos y de televisión, donde condujo y realizó la producción periodística para programas de corte cultural y turismo. Hace dos años que se dedica principalmente a escribir guiones, destacando su trabajo en las teleseries “Los Ángeles de Estela” y “40 y Tantos”, ambas de Televisión Nacional de Chile.