You are currently viewing ¿Has tenido sólo una pareja sexual y te atemoriza tener poca experiencia?
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¿Te preguntas si tienes poca experiencia? ¿Sientes que al no tener parejas anteriores no tienes con qué comparar? ¿Crees que esto te está poniendo insegura en la sexualidad con tu pareja? Lee este artículo.

Cuando se habla del primer amor, escuchamos un montón de atributos positivos: inolvidable, tierno, inocente, puro, etc. Pero si le agregamos otro adjetivo, las cosas pueden cambiar: primer y único amor, ¿es igual de genial?

Claro que está bueno que con tu pareja puedan compartir anécdotas de la adolescencia, que no tengas que explicarle quién era esa amiga tuya de la secundaria con la que ahora te reencontraste a través de Facebook y que hayan vivido la primera vez juntos. Pero, como todo en la vida, esta situación también tiene su lado B.

A veces, el bichito de la duda aparece en tu cabeza y deja un tendal de preguntas: ¿cómo será estar con otro hombre?; si lo conociera hoy, ¿volvería a elegirlo?, ¿será que me conformo con él porque nunca tuve otro?… Y cuando en una relación florecen las dudas, aparece un signo de interrogación mayor sobre su viabilidad.

Es que la duda tiene mala fama, se la interpreta como síntoma de que las cosas no están funcionando del todo bien; sin embargo, forma parte de nuestra naturaleza. Ya lo decía Descartes: “Pienso, luego existo”; los cuestionamientos son una consecuencia lógica del pensar.

Creer que el amor es inmune a las dudas es idealizarlo, es vivir en el mundo Susanita, donde la vida en pareja es perfecta y las incertidumbres no existen. En todas las relaciones amorosas, aun en las más estables, hay dudas. Es lo normal.

Además, la duda también tiene un aspecto positivo, ya que invita a la experimentación y a la novedad. Y ojo que “nuevo” no es sinónimo de “otro”, el desafío es probar cosas nuevas sin cambiar de figuritas.

Basta de mitos

Suele creerse que más se aprende de sexo cuantas más parejas se tiene. Esto es totalmente falso; primero, porque la variedad no garantiza calidad, se puede tener una experiencia muy fuerte que nos marque de por vida o cientos de experiencias de una noche que nos dejen vacías como un globo desinflado. Además, no hay un verdadero saber acerca del amor o del sexo, son territorios sin fórmulas, recetas o pasos a seguir. Entonces, es ingenuo pensar que cuantas más experiencias alguien tenga, mejor preparado llegará al amor verdadero, al amor final. Ojalá hubiera un Espasa-Calpe ilustrado para estos temas, pero no.

Por otra parte, lo que se pierde en variedad se gana en intensidad. Las parejas que llevan muchos años juntos tienen un as bajo la manga: la intimidad.

A partir de ahí, es más fácil experimentar, soltarse, confesar fantasías y animarse a llevarlas a la realidad. Es que la intimidad viene acompañada de dos amigas: comodidad -de la buena- y confianza, dos factores claves para el buen sexo.

Claro que todo suena muy lindo, hasta que se juntan muchas mujeres a hablar de sexo. Seguro que en esa instancia el cri-cri resonó en tu cabeza ante temas como “¿el tamaño importa?”, pero hay varias estrategias para sobrevivir a ese momento sin sentirse sapo de otro pozo.

En primer lugar, la sexualidad es como un menú con varias opciones. Si estás satisfecha comiendo lo mismo todas las noches, ¿por qué tienes que probar otras cosas? Puedes escuchar atenta la lección de tu vecina sobre las formas y tamaños que experimentó a lo largo de su vida sexual y, sin embargo, seguir feliz y contenta con los centímetros que te esperan en casa. Es que la sensación de exclusión depende de una misma.

Además, es importante distinguir si es la competencia la que está alimentando las dudas. A veces, de manera inconsciente, se instala una relación de rivalidad entre amigas que actúa como disparador de preguntas: ¿ella estuvo con diez hombres?, ¿no tendré que experimentar yo también? En ese caso, la duda habla más de esta competencia que de dificultades en la relación amorosa en sí. Quizá para tu amiga sea genial haber estado con una decena de amantes, pero eso no significa que para vos también sea necesario.

Hoy, que tengo 35, ¿lo volvería a elegir como a los 17? Este temor se relaciona con la creencia que asegura que los grandes cambios de una persona se dan en el tránsito de la adolescencia a la adultez. Esto no es del todo cierto, las personas cambian todo el tiempo. Con ese criterio, a los 50 te vas a preguntar si volverías a elegir a ese hombre con el que estás desde los 30. Además, hay varios hitos a lo largo de la vida que generan cambios trascendentales: la maternidad/paternidad, la muerte de los padres, los éxitos profesionales, etc.

Por eso, nunca se está con la misma persona: hoy te puedes enamorar del Che Guevara y, en diez años, puede estar presidiendo el directorio de una multinacional.

Ante estas situaciones, hay que interesarse por el otro y buscar redescubrirlo para encontrarse nuevamente.

Like-a-virgin

Si ya hiciste borrón y cuenta nueva y estás lista para que otro pase por tu corazón y por tus sábanas, es posible que te sientas como cantaba Madonna, “like a virgin”. Quizá consideres que a esta altura estás fuera de tiempo para sentirte así, pero no desesperes: al principio, vas a estar llena de temores, y después de que pases la prueba de fuego -es decir, la primera vez que estés con otro-, te vas a relajar.

El sexo es como andar en bicicleta, nunca se olvida cómo hacerlo (incluso aunque tu primera vez con otro haya sido hace quince años). La palabra clave es confiar en vos misma y también en tu nuevo compañero.

En este punto, te preguntarás si es conveniente confesarle al partenaire de turno que es el segundo que pasa por tu cama. La idea es que sí, sin caer en el “sincericidio”, por supuesto. Como podrás imaginarte, si en la primera cita, mientras están tomando un trago, él te propone ir a su departamento y vos le decís: “Es que sólo estuve con un hombre, salí quince años, estoy nerviosa, me siento casi como una virgen, bla, bla”, lo más probable es que huya despavorido. Hay que buscar el momento adecuado y también la forma, nada de explayarte demasiado. Quizá te sirva una confesión al pasar, en el momento exacto en que van a estar muy ocupados para que vos te pongas detallista y él preguntón.

Me pasa, ¿cómo se lo digo?

Cuando la duda monopoliza la relación y te persigue todo el tiempo, es mejor que lo hables con tu pareja siguiendo algunas pautas. En primer lugar, hay que plantear la situación sin echar culpas, ya que es muy común que, ante una situación así, pienses que la causa de tu intriga podría ser que el hombre que está a tu lado no te satisface. Es que, en general, aunque no tenga por qué ser así, ante un malestar se suele encontrar un responsable, siempre es alguien el que lo causa. Esta actitud, tan común, no permite crecer porque evita hacerse cargo y, además, invita a hablar desde un lugar poco amigable, se interpela al otro echándole culpas, lo cual, por supuesto, no lleva a buen puerto. Antes de hablar, piensa bien lo que vas a decir, prevé que al otro puede causarle dolor, entonces trata de buscar el momento oportuno y ten siempre presente que estás compartiendo una preocupación personal y no endilgándole reproches y culpas.

Autora: María Paula Bandera

Fuente: Revista Ohlala