Hoy a nivel mundial, y de acuerdo a cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del 2015, alrededor de 120 millones de niños y niñas de 5 a 14 años se encuentran en situación de trabajo infantil, y en el grupo más amplio, de 5 a 17 años, se estima en 168 millones. De ellos, aproximadamente el 8,8 por ciento vive en América Latina y el Caribe, señala Romané Núñez Flores, Magíster en Psicología Comunitaria y docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Y las cifras en Chile también son significativas. Según estimaciones del Ministerio de Educación, el 2014 en el país había 229 mil niñas, niños y adolescentes ocupados, de los cuales 94 mil tienen entre 5 a 14 años, y 135 mil entre 15 y 17 años.

En promedio los niños trabajan 16 horas a la semana y, más crítico aún, es que 9 de cada 10 niños en trabajo infantil están en trabajo peligroso, cifras de un fenómeno que persiste y mantiene sus raíces en la pobreza, la falta de trabajo decente para los adultos, la falta de protección social y la incapacidad para asegurar la asistencia de los niños a la escuela hasta la edad mínima legal de acceso al empleo”, comenta la experta en problemáticas sociales.

“Cualquiera sea el tipo de actividad económica realizada por niños, niñas y adolescentes, trae efectos para su desarrollo vital y, del mismo modo, el tipo de actividad que realicen”, agrega Romané Núñez.

Sobre estos efectos, la especialista menciona los expuestos en el Programa de Erradicación del Trabajo Infantil – Chile (PETI-Fundación Telefónica). “En primer lugar están los efectos físicos, que se traducen en efectos en el desarrollo y crecimiento en los casos de trabajos peligrosos, agotamiento físico, accidentes variados y enfermedades asociadas a la exposición de químicos”, explica la profesora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Luego están los efectos en la escolarización. “A partir de la primera hora de trabajo, se reduce la probabilidad de asistencia escolar. A mayores horas de trabajo, esto se acentúa y disminuye la matrícula, lo que se asocia a una menor tasa de alfabetismo y más tardía, hay mayores posibilidades de retraso escolar y sobre edad”, indica.

Y finalmente están los efectos psicológicos. Si bien existe un grupo de niños, niñas y adolescentes a los cuales no les incomoda trabajar o les hace sentir valorados en sus familias, como también adquirir mayor independencia, existe otro grupo que se siente extenuado o insatisfecho, deseando tener más tiempo para sus estudios y realizar más actividades lúdicas y/o recreativas (Cueto, 2001).

Para la trabajadora social, la tipología de trabajo infantil es múltiple, entre las cuales se considera el trabajo doméstico dentro y fuera del hogar, el trabajo manufacturero, agropecuario, en venta y atención, en la calle, el trabajo de carga, el trabajo obrero, turístico, familiar y deportivo.

Sobre estas tipologías se desarrollan las estrategias de erradicación, que están basadas en un encuadre predominantemente negativo, es decir, se lleva a cabo una acción para evitar que algo no deseable suceda. “Se podría afirmar, entonces, que es en las sociedades capitalistas cuando se empieza a ver el trabajo infantil como un problema social y, por tanto, se instala la idea de la lucha por la erradicación de éste, lo que para algunos también implica que el foco se centra en el trabajo infantil como problema y no en los niños y niñas trabajadores y su contexto”, advierte.

Atención integral de la infancia

Si bien el camino hacia una atención integral de la infancia tiene vasto recorrido en la historia de Chile, aún es insuficiente. “Pareciera ser que aún falta para satisfacer los requerimientos más urgentes. La atención integral a niños y niñas ha seguido los complicados vaivenes de la historia política, económica, social y cultural de nuestro país”, indica la profesora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Para Romané Núñez, la primera infancia amerita especial preocupación y no simplemente incluirse dentro de la legislación general de atención a los menores. “Dar prioridad a este grupo etario demanda continuar concretando esfuerzos de todos los actores intervinientes en las redes institucionales a nivel nacional, comunal y local”, precisa, y es justamente a ello a lo que adhiere el Programa de Erradicación del Trabajo Infantil P.E.T.I. Fundación Telefónica, que ha desarrollado una alianza por más de cinco años con la Escuela de Trabajo Social de Universidad del Pacífico, insertando en sus equipos a estudiantes trabajadores sociales, desde sus prácticas o seminarios de título, a nivel de los colegios y escuelas de la provincia de Melipilla, San Antonio, Talagante y Santiago, a fin de contribuir significativamente en la erradicación del trabajo infantil por medio de una escolarización continua y de calidad.

Y es que promover el rol de agentes con énfasis en esta tarea no resulta fácil. “Armonizar posiciones en el campo social, relevando el papel de la educación de calidad en la infancia es, sin lugar a duda, ocupación de todos. La necesidad de articular una acción conjunta entre el Estado, privados y la sociedad civil es la clave para garantizar una efectiva voluntad política, económica y social decidida para invertir en la Infancia”, puntualiza la especialista.

Asimismo, enfatiza que “independientemente de que se mejoren los programas en todos los puntos anteriormente señalados, debe existir una efectiva voluntad política, económica y social para invertir, sea en recursos, tiempo, competencias y ocupación efectiva, que garanticen el correcto desarrollo de niños, niñas y adolescentes”.

“Los niños son una realidad actual y ante ella hay que intervenir, activando estrategias que erradiquen su vulnerabilidad social”, concluye la docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Foto de: ctm.com

Hoy a nivel mundial, y de acuerdo a cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del 2015, alrededor de 120 millones de niños y niñas de 5 a 14 años se encuentran en situación de trabajo infantil, y en el grupo más amplio, de 5 a 17 años, se estima en 168 millones. De ellos, aproximadamente el 8,8 por ciento vive en América Latina y el Caribe, señala Romané Núñez Flores, Magíster en Psicología Comunitaria y docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Y las cifras en Chile también son significativas. Según estimaciones del Ministerio de Educación, el 2014 en el país había 229 mil niñas, niños y adolescentes ocupados, de los cuales 94 mil tienen entre 5 a 14 años, y 135 mil entre 15 y 17 años.

En promedio los niños trabajan 16 horas a la semana y, más crítico aún, es que 9 de cada 10 niños en trabajo infantil están en trabajo peligroso, cifras de un fenómeno que persiste y mantiene sus raíces en la pobreza, la falta de trabajo decente para los adultos, la falta de protección social y la incapacidad para asegurar la asistencia de los niños a la escuela hasta la edad mínima legal de acceso al empleo”, comenta la experta en problemáticas sociales.

“Cualquiera sea el tipo de actividad económica realizada por niños, niñas y adolescentes, trae efectos para su desarrollo vital y, del mismo modo, el tipo de actividad que realicen”, agrega Romané Núñez.

Sobre estos efectos, la especialista menciona los expuestos en el Programa de Erradicación del Trabajo Infantil – Chile (PETI-Fundación Telefónica). “En primer lugar están los efectos físicos, que se traducen en efectos en el desarrollo y crecimiento en los casos de trabajos peligrosos, agotamiento físico, accidentes variados y enfermedades asociadas a la exposición de químicos”, explica la profesora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Luego están los efectos en la escolarización. “A partir de la primera hora de trabajo, se reduce la probabilidad de asistencia escolar. A mayores horas de trabajo, esto se acentúa y disminuye la matrícula, lo que se asocia a una menor tasa de alfabetismo y más tardía, hay mayores posibilidades de retraso escolar y sobre edad”, indica.

Y finalmente están los efectos psicológicos. Si bien existe un grupo de niños, niñas y adolescentes a los cuales no les incomoda trabajar o les hace sentir valorados en sus familias, como también adquirir mayor independencia, existe otro grupo que se siente extenuado o insatisfecho, deseando tener más tiempo para sus estudios y realizar más actividades lúdicas y/o recreativas (Cueto, 2001).

Para la trabajadora social, la tipología de trabajo infantil es múltiple, entre las cuales se considera el trabajo doméstico dentro y fuera del hogar, el trabajo manufacturero, agropecuario, en venta y atención, en la calle, el trabajo de carga, el trabajo obrero, turístico, familiar y deportivo.

Sobre estas tipologías se desarrollan las estrategias de erradicación, que están basadas en un encuadre predominantemente negativo, es decir, se lleva a cabo una acción para evitar que algo no deseable suceda. “Se podría afirmar, entonces, que es en las sociedades capitalistas cuando se empieza a ver el trabajo infantil como un problema social y, por tanto, se instala la idea de la lucha por la erradicación de éste, lo que para algunos también implica que el foco se centra en el trabajo infantil como problema y no en los niños y niñas trabajadores y su contexto”, advierte.

Atención integral de la infancia

Si bien el camino hacia una atención integral de la infancia tiene vasto recorrido en la historia de Chile, aún es insuficiente. “Pareciera ser que aún falta para satisfacer los requerimientos más urgentes. La atención integral a niños y niñas ha seguido los complicados vaivenes de la historia política, económica, social y cultural de nuestro país”, indica la profesora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Para Romané Núñez, la primera infancia amerita especial preocupación y no simplemente incluirse dentro de la legislación general de atención a los menores. “Dar prioridad a este grupo etario demanda continuar concretando esfuerzos de todos los actores intervinientes en las redes institucionales a nivel nacional, comunal y local”, precisa, y es justamente a ello a lo que adhiere el Programa de Erradicación del Trabajo Infantil P.E.T.I. Fundación Telefónica, que ha desarrollado una alianza por más de cinco años con la Escuela de Trabajo Social de Universidad del Pacífico, insertando en sus equipos a estudiantes trabajadores sociales, desde sus prácticas o seminarios de título, a nivel de los colegios y escuelas de la provincia de Melipilla, San Antonio, Talagante y Santiago, a fin de contribuir significativamente en la erradicación del trabajo infantil por medio de una escolarización continua y de calidad.

Y es que promover el rol de agentes con énfasis en esta tarea no resulta fácil. “Armonizar posiciones en el campo social, relevando el papel de la educación de calidad en la infancia es, sin lugar a duda, ocupación de todos. La necesidad de articular una acción conjunta entre el Estado, privados y la sociedad civil es la clave para garantizar una efectiva voluntad política, económica y social decidida para invertir en la Infancia”, puntualiza la especialista.

Asimismo, enfatiza que “independientemente de que se mejoren los programas en todos los puntos anteriormente señalados, debe existir una efectiva voluntad política, económica y social para invertir, sea en recursos, tiempo, competencias y ocupación efectiva, que garanticen el correcto desarrollo de niños, niñas y adolescentes”.

“Los niños son una realidad actual y ante ella hay que intervenir, activando estrategias que erradiquen su vulnerabilidad social”, concluye la docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Foto de: ctm.com