A pesar de que pueda sonar a revelación feminista, superficial e inmadura, el sábado tuve un día ideal.  Sonó el timbre temprano, era una amiga que había amanecido con algunos conflictos de pareja  y al abrirle la puerta me dijo: “necesito un día de minas”.

Muy obediente, realicé los respectivos llamados, y en menos de una hora, teníamos todo un día increíblemente atractivo: shopping, aperitivo, almuerzo, manicure, café y por supuesto, nuestra interesante capacidad verborreica.

Bueno, el empoderamiento y la falta de tiempo de todas para lograr instancias como esta son tan escasas hoy, que no quisimos dejar el día hasta ahí. Pensamos en nuestra adolescencia, cuando disfrutábamos de arreglarnos juntas, pintarnos entre todas, intercambiar ropa y salir en grupo, y dijimos: ¿por qué no? Llamados a maridos, convivientes y pololos y nuevamente, en menos de una hora, estábamos todas en mi casa, preparando Apple Martini y escuchando Cindy Lauper. Ropa, tacones, esmaltes, secador de pelo, planchas, etc., bailaban en el living, mientras yo me dedicaba a observar a cada una y no había ni una sola, que no estuviese con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.

Anoche hablé con todas, y resulta que luego de la intensa inyección femenina, al llegar a sus casas con sus respectivos, unas cuantas patas de cama resultaron afectadas. Hablé también con mi primera amiga, la que llegó necesitando un día como el del sábado, y me comento: “que increíble, porque por un momento pensé en quedarme todo ese día acostada, sin ganas de hacer nada, pero sabía que si no me movía yo, lo iba a pasar mal”.

¿Qué relación tiene esta breve historia con la sexualidad? El texto apunta a las implicancias relacionadas con el deseo sexual en dos puntos: el deseo se activa con el sentirse atractiva. Deseo es permitirse y predisponerse a sentirlo. ¿Les ha pasado que hay días en que no se sienten atractivas y cuando salen a sus quehaceres cotidianos o con sus parejas o amigas, no los disfrutan tanto como cuando se sienten absolutamente sensuales? Lo mismo pasa en la cama. Esto no significa que para disfrutar la sexualidad hay que ser perfecta, sino sentirse. Buscar y hacer cosas que nos devuelvan a nuestra esencia  femenina y te hagan sentir bien, contenta, bonita. El deseo en este sentido es bastante personal. Es muy común escuchar en la consulta, mujeres que están siempre esperando ser seducidas, que las hagan sentir deseadas o que les den una píldora mágica que les prenda la pasión como en el primer mes de su relación. Poniendo así, su propia sexualidad, en manos del otro y dejándole toda “la pega” a la pareja.

Chicas, para una buena relación de pareja hay que tener recursos propios, hacerse un closet mental de fantasías, disfraces, ropa interior sexy, que no necesariamente “prendan” al otro, sino a ustedes. ¿Qué significa predisponerse  o permitirse desear? Les explico por medio de una metáfora: Ir al gimnasio. Llegas a tu casa, después de todo un día de trabajo, comes algo, te recuestas un rato, miras el reloj y en media hora parte tu clase de spinning. Sufres de sólo pensar en levantarte, ponerte la ropa deportiva, preparar un jugo isotónico y hacerte las ganas de ir. Pero cuando ya estás ahí, sintiendo como tu cuerpo se ejercita y se desintoxica, experimentas esa rica felicidad por sentirte bien. Y cuando termina la clase, el cuerpo se apodera de un bienestar exquisito. El deseo sexual funciona de manera bastante similar.  Las ganas no siempre nacen solas, muchas veces hay que hacérselas, y tener claro que hay momentos en que uno no está absolutamente receptiva a ellas, pero sólo basta con apretar un “play” mental, fantasear, imaginar, echarse un rouge rojo, mirarse al espejo y decir: “No hay nadie más sexy que yo”.

Nerea de Ugarte para Revista Para Ti.