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Algunos intentan emprender, mientras que otros sólo quieren trabajar para otras personas, pero sea cual sea el caso hay momentos en los que no todos somos felices. Eso fue lo que le paso a una de nuestras colaboradoras y su caso realmente da para pensar.

“Recuerdo como si hubiese sido ayer cuando entré a mi primer empleo, es muy similar al primer día de clases porque tampoco se olvida. Postulé a cuanta oferta laboral encontré en los portales de internet y no tuve suerte. Pensaba en toda la cantidad de personas que estaban en la misma situación que yo y me desmotivaba pensar que quizás podían pasar muchos días o meses en donde mi teléfono no sonaría.

Después de un par de semanas, que menos mal no fueron muchas, recibí el llamado y fue tan gracioso preguntar de cuál de todas las empresas o trabajos me estaban llamando, porque mis postulaciones fueron tantas que ya ni recordaba a qué postulé. Tenía tantas ganas de tener mi primer empleo y poder adquirir “mis cosas”, que no importaba cuál fuese el lugar. Pero lamentablemente, ese fue mi error.

mi primer empleo
Imagen: Mujer y Punto.

Mi primer empleo: la otra cara de la moneda

Logré pasar tan rápido los filtros psicológicos, personales y teóricos, que pude sentir el éxito, la emoción, nerviosismo y alegría al mismo tiempo. Al pasar los días entré a un programa Trainee donde muchos jóvenes de todas partes de Chile, conformamos un curso con clases periódicas y lo mejor de todo, fue que el trabajo incluía estadía (con todo pagado) en un Hotel de la capital.

La experiencia fue fabulosa, salí de mi burbuja provinciana y conocí muchas personas y lugares que me asombraron. Conocí a la Feña, una Talquina que se parecía tanto a mi que era inevitable no tomarle cariño y hasta el día de hoy, estamos en contacto. Esperamos que llegue el día en que nos abracemos de nuevo. Lo pasamos de maravilla sobretodo en el hotel, las fiestas eran pan de cada fin de semana y para más remate, coincidimos con la Copa América. Con mayor razón ameritaba desordenarnos con los otros compañeros y ¡uff!, fue intenso. La experiencia fue muy buena, pero no del todo.

Terminó el trainee y cada uno debió volver a sus respectivas ciudades, empezaba el trabajo de verdad y mientras estábamos en distintas sucursales bancarias, me di cuenta que no era lo que esperaba: no servía para ese cargo, todo se volvió tortuoso  mientras mis ganas, motivaciones y anhelos, se convirtieron en una ilusión.

No fui feliz y no me sentía bien, no tenía nada que ver con mi desempeño, sino que el problema era como me sentía yo cada día despertar y dirigirme a un lugar donde no quería estar. Tenía muchos pensamientos en mi cabeza: la necesidad que sentimos de tener un empleo. Aunque por otro lado estaba mi insatisfacción, mi mente, mi estado de salud y tomé una decisión. Renuncié.

mi primer empleo
Imagen: Mujer y Punto.

Encontré el valor de dejar algo que me hacáa mal y pensé en mi, en lo que me esforcé por estudiar una carrera y entendí que no puedo llegar rápidamente o  postular a cualquier cosa, si después no seré feliz. Estoy inmensamente agradecida por la oportunidad de conocer personas hermosas y feliz de que me hayan considerado, pero simplemente no encontré lo que quería.

Hoy no me siento arrepentida, en absoluto, fue la mejor decisión que podría haber tomado, no por renunciar a algo vamos a ser personas holgazanas o poco agradecidas. Solo buscamos estar cómodas, tranquilas y contentas donde pasaremos la mayor parte del tiempo.

La primera experiencia laboral es cruda: se aprende a vivir de nuevo, a sociabilizar y tomar responsabilidades, pero lo que hoy buscamos es ser respetadas, valoradas y estar en un entorno agradable en el día a día.

Espero que muchas de nosotras podamos estar en un lugar así, cumplir nuestros sueños, pero encontrando lo que queremos y que no sea un suplicio, sino un agrado”.

Por: Darjaral