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La sexualidad está enmarcada en un ritmo de cambios permanentes que no se puede excluir de los cambios contextuales y globales del mundo. La entrada en el post modernismo nos ha llevado a cambiar paradigmas que estuvieron por siglos como parámetros de lo normal o anormal, de lo sano o lo enfermo, lo moral o inmoral y de lo permitido o de lo prohibido. Los cambios en los últimos 30 años han sido vertiginosos y la integración mundial que han logrado los medios de comunicación y las redes sociales están produciendo efectos tanto de los positivos como de los negativos. Chile no se puede excluir de esta vorágine de mutaciones culturales y ha recibido el efecto de estos cambios. La sexualidad sin duda, sensible y dependiente de la cultura, ha notado como en pocas áreas esta  transformación.

Las parejas de hoy no son las de antes ni serán las que vienen; es un hecho. Sin embargo es interesante preguntarse por algunas prácticas y vivencias al interior de esta díada que se ha transformado en el eje de la identidad de cada individuo. Veamos….

Una encuesta realizada hace unos pocos años, tres a cuatro, mostró la realidad de las parejas latinoamericanas y es interesante detenernos en algunas cifras

Los chilenos encuestados (por Habitos sexuales de los latino americanos GDA 2010, cerca de 900, hombres y mujeres con edades de entre 18 y 55 años) mostró que en general tienen 9 parejas sexuales en la vida, siendo el promedio latinoamericano de 10 y en donde Brasil tiene 12 y Perú y Ecuador con siete. Esos son los extremos y Chile bordea un promedio. Sin embargo el promedio de parejas estables es de tres para los chilenos y chilenas y esto está en el promedio latinoamericano.

Sin embargo tenemos los chilen@s la mayor idealización de frecuencia sexual que es cercana a las 4,5 a cinco relaciones sexuales como ideal semanal, siendo que a duras penas llegamos a la cifra real de 2 a la semana. Es decir tenemos un delta por encima de los otros países de latino américa; soñamos con mucho y nos damos permiso para lo justo y necesario

Hablar de frecuencia sexual  normal no es posible. Es un acuerdo que en general en forma implícita se va desarrollando en las parejas y que tiene muchas variables que influyen y en donde probablemente una de las que más influye es la llegada de los hijos, lo que resta espacios de intimidad a la pareja. Sin embargo también es no menos cierto que solemos ser monótonos y poco creativos a la hora del encuentro sexual lo que lleva rápidamente a mecanizar el acto sexual. Por otra parte los hombres chilenos solemos ser poco seductores, más bien ladinos y tímidos y las mujeres tenemos una tendencia a la pasividad en lo sexual y a manejar muy mal la relación con el cuerpo. Esto lleva a una ensalada poco apetecible a mediano plazo que va quitando el apetito de los comensales en breve plazo.

Hoy se usa el termino inteligencia sexual para integrar conocimiento en el área sexual (lectura, reflexión, talleres, educación sexual escolar, universitaria, etc.) más experiencia sexual y autoconocimiento. Esto implica que en una sociedad tradicional como la nuestra en donde el acceso a libros y talleres es reducido, la información a nivel escolar o universitario es casi nula y lo que se reflexiona en la casa es casi inexistente, la posibilidad de desarrollar inteligencia sexual es muy reducida y se funciona más bien desde mitos urbanos, mitos transmitidos de generación en generación e información de segunda o tercera mano, las más de las veces distorsionada y de dudosa calidad. Esto implica que desarrollamos en general el área de la experiencia (según el promedio de la encuesta) pero en nada nos dice de la calidad de esa experiencia. Menos sabemos aun del autoconocimiento, pero la experiencia clínica nos dice que es pobre, especialmente en las mujeres que tienen un bajo nivel de masturbación y auto exploración, siendo muchas veces la vagina un lugar de repulsión o de escasa introspección.

Nuestra sociedad “tradicional” chilena, segregadora y discriminadora aun mantiene latente mitos y mentiras que vienen de nuestros ancestros españoles, en donde el puritanismo acompañado de la falsedad e hipocresía fueron los ingredientes cotidianos para una sexualidad mediocre, falsa y decadente que acompañó a los colonizadores ibéricos y a quienes con ellos se aproximaron a nuestras tierras. Recomiendo el libro “Pecar como dios manda; historia sexual de los chilenos” de Jaime Collyer, para aproximarse a conocer los orígenes de la sexualidad chilena. En esta estirpe se fueron construyendo los mitos sexuales de los chilenos, la discriminación feroz hacia la mujer y el mal entendido machismo de los hombres. Mucho del dolor de hombres y mujeres chilenas se fraguó en este laboratorio que fue la colonización y el abuso a indias e indios, nativos de esta tierra.

La doble cara que mostramos en Chile, cínica y autosuficiente nos entrampa hasta el día de hoy. Aun exigimos castidad y pureza de la mujer, en donde la camboyana es solo para el sexo desprovisto de valor alguno, pero jamás para emparejarse con ella, la capillita es distinta a la catedral, el cancherito del burdel o de la fiestecita no es el domado hombrecito del hogar…..

En tanta confusión se ha catalogado de promiscuidad a la actividad que involucre a más de una pareja. Sin embargo, y no es el tema, debemos reflexionar acerca de la fidelidad o infidelidad, como un constructo social y moral de una sociedad patriarcal que a duras penas logra sujetar al rebaño a estos conceptos, que se le escapan de las manos y de los cuales los feligreses, los ciudadanos casi todos, ya no creen, salvo para salvar la imagen pública. Recuerden que la fidelidad fue diseñada en lo básico para mantener cautiva a la mujer junto a su señor y de esta manera ( sin métodos anticonceptivos años atrás) garantizar como fuese que los hijos que crecían en el vientre de la mujer aquella fuesen los del señor aquel y no de otro. Hoy la anticoncepción ha echado por tierra la virginidad como valor y también la fidelidad, pues hay otras formas de garantizar que los hijos son de quienes dicen ser sus padres.

En general entonces se involucró a la mujer en prácticas de pasividad, fidelidad, devoción, sumisión y control extremo de su expresividad sexual…. Así la “loca” o la “suelta” fueron marginadas de la sociedad, pero deseadas por los hombres aburridos del propio cautiverio al que llevaron a sus esposas. Hoy eso se va revirtiendo y la mujer cada vez explora más, se atreve más y expresa sexualmente más. Ya no necesita amar para desear, ni amar para disfrutar, ni fidelidad para ser feliz. Del lado del hombre ya no basta con ser el campioncito preocupado de incrementar su propia fantasía y su ego Hoy el hombre necesita nuevas habilidades: ternura, pasión, cultura, capacidad de leer a la otra, de pensar en la pareja, etc.

Los tiempos irremisiblemente están cambiando y seguirán modificando nuestras conductas sexuales., de hombres y mujeres. Tal vez lo grave es que también están modificando de modo dramático la experiencia sexual de los niños

Por último y basado en la experiencia clínica, podemos decir que es más fácil tener disfunciones por poco o nada de sexo que por exceso…..¿será cierto que la práctica hace al monje?

 

Por el Dr Christian Thomas

Director de Centro de Estudios de la Sexualidad Chile

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