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No hay caso con Piñera. Haga lo que haga, a la gente no le gusta su presidente. Aunque es un hecho que muchos indicadores económicos han logrado brillar en este gobierno, a los votantes les parece algo tan intangible como injustamente distribuido.

El chancho está mal pelado y, aunque haya menos desempleo y se disponga de más ingreso en los hogares, la sensación es que el grueso del crecimiento de Chile queda en los bolsillos de unos pocos. Que, si bien es cierto, “ahora pudimos cambiar a los niños de un colegio municipal a uno particular subvencionado, resulta que el patrón cambió su Audi por el mismo auto que tiene Alexis Sánchez”. Si a eso le sumamos que la máxima autoridad del país tiene una fortuna que le alcanzaría para miles de esos autos de lujo, entonces no hay caso: es en él en quien se reflejan los males que hoy tanto irritan, por bien o mal que haga la pega.

Ok, ese escenario es más o menos compartido. Sumemos ahora un poco de condimento a este menú: la televisión abierta. Me pregunto si, en su carrera desenfrenada por el rating y “las lucas” (qué concepto más tóxico), los canales serán mínimamente conscientes del daño corrosivo que están generando. Ejemplos hay muchos, pero la llegada de Mauricio Israel al reality del 13 es de antología.

Ya todos nos enteramos que a este personaje que se escapó de Chile por deudas y que tiene un hijo pequeño al que no le paga su pensión alimenticia, le van a pagar 20 millones de pesos mensuales por…nada. O, dicho de otra manera, le van a solucionar sus problemas económicos a cambio de participar en un reality. Por favor, pongámonos un segundo en el lugar de la señora Juanita. Ella, que tiene una mini Pyme que factura un par de milloncitos de pesos al mes, tiene que hacerse cargo del IVA al mes siguiente, pero el supermercado al cual le vende sus productos probablemente le pagará en 90 o 120 días. Ella, que paga en durísimas cuotas la universidad de su hijo, se acaba de enterar que esa institución no fue acreditada y que podría perfectamente desaparecer. Ella, que se saca la cresta por pasar el mes, ve ahora cómo a un señor que estafó hasta a sus amigos recibirá cada treinta días lo mismo que ella ganará en varios años de trabajo. Eso sí que es pornografía. Triple equis. Con lluvia dorada y todo.

Por último, Pamela Díaz y las Argandoña, que también recibieron cifras millonarias por “ser ellas”, no le han robado un peso a nadie. Pero, ¿llenar de plata a alguien que en su rol de personaje público pasó por encima de las normas legales y sociales? Eso es dañino, porque desincentiva a quienes se esfuerzan. Eso es triste, porque habla de una sociedad donde cada vez hay menos conciencia cívica. Y eso es, especialmente, peligroso, porque le añade más razones al resentimiento, más argumentos a la rabia y más explosivo a la bomba de tiempo.

Por Rodrigo Guendelman

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