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Tengo la nariz grande, unas especies de ojeras que me acompañan siempre, el pelo crespo y la barba, que no es mucha, muy oscura. Era que no, tengo cara de judío porque soy semita, judío y orgullosamente chileno. Escribo estas líneas a pocos minutos de haber leído la noticia sobre los gritos que recibió la extraordinaria artista chilena, Ana Tijoux, mientras tocaba el domingo en Lollapalooza.

“Cara de nana” le vociferó un grupo de unineuronales, quienes pensaron que eso podía ser recibido como una ofensa. “Para los que creen insultarme llamándome cara de de nana tremendo orgullo por todas las mujeres trabajadoras ejemplo de valor!” les contestó Ana por TwitterY agregó que “yo soy esa cara de nana, esa cara parecida a la tuya, pequeña y pelo negro, yo soy esa cara con rasgos que parece incomodar tu clase desclasada”.

Genia de las rimaspedazo de artista, preciosa y brillante mujer, Ana Tijoux no pudo haber devuelto mejor el guante. Con elegancia y creatividad, le dijo a ese grupito de xenófobos que ellos eran los asustados, los raros, los que ya no saben de dónde sostenerse para no seguir resbalándose mientras Chile cambia a pasos agigantados. Vamos en camino hacia el matrimonio igualitario, hacia la adopción por parte de parejas homexuales, hacia el aborto como derecho intrínsecamente femenino y hacia el reconocimiento de los pueblos originarios como verdaderos padres de la patria, por sólo dar algunos ejemplos. Hemos despertado del letargo y ya no queremos más transición. Lo que queremos es asumirnos, salir del clóset en todos los sentidos, romper ese sistema cultural en que muy pocos nos decían a muchos cómo debíamos vivir.

Si sumamos a todas las minorías, desde las mujeres que todavía están lejos de igualar sus condiciones con los hombres, hasta las personas con capacidades diferentes y las múltiples etnias que pueblan esta tierra, somos mayoría. Es más simple aún. Chile es un país de mestizos. Ya sea de la mezcla entre conquistadores y mapuche, entre vascos y judíos, catalanes y palestinos, alemanes y coreanos, no importa, la mezcla es la esencia. Todos somos un poco de todo. Todos tenemos o cara de turco o de nana o de indio o de judío. Y a mucha honra. Eso nos hace preciosos, únicos, nos da identidad, nos configura. Eso nos hace chilenos.

Por eso, querida y admirada Ana, agradezco tus palabras. Contestaste con la sabiduría y la inteligencia de una grande, como siempre lo has sido. Porque tú eres el país que viene y al que queremos ir. Y ellos, esos pobres, son el Chile que queda atrás y del que sólo nos acordaremos cuando tengamos una pesadilla.

Por Rodrigo Guendelman

Foto de: Vozciudadanachile.cl