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Ayer se filtró una foto de Luli desnuda, posando de espalda frente a un espejo y de manera muy sensual. Se podía ver su traste completo, algo de sus pechugas y parte de su genitalidad. Obviamente, el tema y su protagonista se transformaron en TT. Muchos (casi todos) miramos la foto y la comentamos. Supimos que Luli estaba “muy dolida” por la filtración, no faltaron los que rasgaron vestiduras por la privacidad de esta conocida mujer y, la gran mayoría de los comentarios, fueron tan libidinosos como piroperos. Quisiera decir (y preguntarme) tres cosas al respecto.

Primero. Hasta ayer, nunca había mirado a Luli como símbolo sexual. La verdad, no le encontraba ningún brillo. Pero, hay que reconocerlo, en la foto sale muy guapa y da muestra de un cuerpo tan tonificado como curvilíneo. En pocas palabras: sale mina. Es decir, desde hoy sí la considero parte de mi repertorio mental erótico.

Segundo. No le creo a ningún rostro de la televisión -que vive de su cuerpo- cuando reclama porque se filtra un vídeo o una foto suya sin ropa. No digo que en este caso específico Luli esté mintiendo. Lo que digo es que si te dedicas a lucrar con tu piel, no puedes quejarte si una foto que aceptaste tomarte o un vídeo que aceptaste grabar llega “misteriosamente” a las redes sociales. Menos, cuando sabemos que estas filtraciones son motivo de invitaciones a programas en que les pagan millones a las “víctimas” por hablar de su “sufrimiento” y el cobro por bailar en una discoteque aumenta en un 100% durante las semanas posteriores al día de la foto en pelotas. Distinto sería si la foto o el vídeo hubieran sido grabadas sin consentimiento.  Eso es harina de otro costal.

Tercero. ¿Podemos los beneficiarios de la foto, es decir, el gran público, darnos un festín con la foto, el vídeo? Depende. Si lo que hacemos es viralizar nuestra calentona admiración por el cuerpo de Luli, claro que sí. Si no caemos en comentarios sexistas o clasistas, también. Basta revisar el Twitter de Luli para apreciar la gran cantidad de fotos en que ella muestra su cuerpo con poca ropa, orgullosa de su forrazo y en poses muy sugerentes. Lo mismo que hizo en la foto en cuestión, sólo que sin ningún hilo dental.

En ese contexto, es decir,  el de una mujer cuya principal actividad laboral es la erotización, creo que tenemos derecho a ser todo lo infantiles que queramos y retuitear la foto y ponerla en Facebook  y echar un par de tallas y tomarnos un copete en su nombre.  Total, en lo que todos coincidiremos es en lo fuerte, buenaza y rica que está Luli. Así como el columnista tiene que aguantar que lo troleen cuando escribe algo polémico, así como el jugador de fútbol profesional tiene que soportar que lo jodan una semana si se pierde un penal, así también Luli tiene que asumir con la mejor cara estos días de onanismo digital. Gajes del oficio le llaman. 

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl