niños

Un castigo para los padres. Un beneficio muy discutible para los hijos. Un buen negocio para los establecimientos educacionales. Una irresponsabilidad del Estado. Las vacaciones de invierno son un abuso disfrazado de fiesta.

Trato de entender cuál es el sentido de este ritual que dura dos semanas y la historia sólo me confirma su absurda existencia en la actualidad: antes, hace mucho tiempo, las epidemias invernales eran amenazas mortales, apenas existía la calefacción, las ropas invernales eran incómodas y las instalaciones eran casi más frías por dentro que por fuera. Tuvo sentido en su momento.

Hoy, en cambio, es un mal chiste.

Ejemplo uno: la señora que viene dos veces a la semana a mi casa a cocinar y a planchar se pela el lomopara sobrevivir. Su hija acaba de salir de “vacaciones”. El colegio municipal simplemente cierra la puerta por fuera y les deja el cacho a los apoderados. En estas dos semanas mi nana no puede trabajarpues no tiene con quién dejarla. Pierde medio mes de ingreso, debe gastar en alimentarla y entretenerla, y todo su mínimo equilibrio financiero se va al carajo. Ergo, ella se estresa, la niñita vive aburrida y todos en esa familia se vuelven catorce días más pobres.

Ejemplo dos: mi hija va al jardín infantil. Como la gran mayoría de los jardines infantiles particulares, pagados y bastante caros, estos también se suman a la moda de las vacaciones de invierno. Primera cosa: mi hija lo pasa mucho mejor en el jardín que en cualquier otra parte, por lo que su interés a los cuatro años en tener “descanso” es tan ridículo como innecesario. Sus padres, es decir mi señora y yo, debemos hacer cuadrar el círculo para poder llevarla en la semana a algún tipo de actividad entretenida y, ojalá, cultural para que no esté dos semanas viendo tele y comiendo papas fritas. Ergo, nosotros nos estresamos, la niñita se aburre harto y todos estamos pendientes con ansiedad de la cuenta regresiva para el fin de las vacaciones.

Se me ocurren un par de cosas que,  considero, debieran ser básicas. Si ya esta estúpida tradición se encuentra tan institucionalizada, al menos que el Ministerio Educación se ponga los pantalones y haga que, a) todos los colegios municipales de Chile mantengan sus puertas abiertas en vacaciones de invierno y cuenten con un mínimo staff (personal de reemplazo) para entretener, alimentar y cuidar a los niños. Es decir, durante esas dos semanas no enseñan, pero no por eso dejan de hacerse cargo. Y b), que todos los jardines infantiles particulares estén obligados a ofrecer una alternativa pagada (lo cual no debiera ser, porque igual se paga el mes completo, pero en fin, esto es Chile y así funcionan las cosas) para mantener a los niños en actividad durante los fatídicos e interminables catorce días. Así, al menos, este cacho interminable sería llevadero, mucho menos injusto y más lógico. Así, tal vez, serían vacaciones de invierno y no de infierno.

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl