You are currently viewing Aprender a superar las heridas de a dos

Recuerdo cuando tenía catorce años y entre mis amigas nos hacíamos preguntas para tener bien clara la película. “Y tú, ¿perdonarías una infidelidad?” “No, ¡jamás!”, y todas asentíamos con esta respuesta que se convertía en nuestra verdad, clara como el agua.

Pero cambian las cosas cuando uno crece. Estas respuestas nunca pueden darse a priori, sobre todo cuando queremos ser auténticas y coherentes con nuestra verdad interna. Falta el roce, la sensación del momento. La intensidad, el sentir la herida, la separación, el caos. Sólo ahí nos podemos dar cuenta que las cosas no son blanco y negro en la vida, y en especial no lo son en las relaciones, sin importar cualquier pacto adolescente que hayamos hecho. Es necesario dar respuestas auténticas a estos conflictos desde lo que el corazón desea e intuye, ya que por seguir al pie de la letra la teoría de moda del momento, podemos perder mucho; podemos perdernos a nosotras mismas.

Tomar este tipo de decisiones de manera asertiva en las relaciones es un arte, ya que hay que manejar varios aspectos con mucho cuidado. Nos exige tener la capacidad de cuidarnos, de auto respetarnos, pero también nos enfrenta al desafío de abrir nuestro corazón y desarrollar una verdadera capacidad de amar. Esa capacidad que es capaz de perdonar, de aceptar al otro con sus propias heridas y quedarnos ahí, no como víctimas, sino honrando un sentido profundo del compromiso y de la compasión.

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Lo mismo ocurre con las amistades y con la familia. Por lo general, tenemos una expectativa de cómo nos gustaría que estas personas especiales fueran con nosotros. Que mostraran su cariño de manera activa, llamándonos, acompañándonos, manteniéndose cerca, abiertos y confiando en nosotras. Sin embargo, siempre llega el momento en que estas expectativas se rompen, porque todos pasamos por momentos de desconexión en nuestra vida donde dejamos de ver a los demás por solo mirar nuestro ombligo, tomamos malas decisiones y herimos a otros, aunque no lo queramos.

Y cuando esto ocurre pienso ¡qué bueno que se ha roto la expectativa!, pues exigirle al otro que sea y se comporte como nosotras queremos que sea para sentirnos cómodas, es una muralla infranqueable que nos mantendrá siempre lejos. Y porque, además, qué injusto es poner expectativas en otro y qué doloroso para esa persona saber que está siendo medida con un ideal y no aceptado en su verdadera identidad, sobre todo con sus dificultades y limitaciones.

Por esto es que en las relaciones no se trata de elegir entre nuestro amor propio o perder la dignidad aceptando estas actitudes de otros que nos duelen. Esto es seguir entendiendo la realidad como una dualidad, como el “eres tú o yo”. Y esto mantiene la separación.

También puedes ver: la rabia y nuestro autocuidado, aprender a poner límites.

En realidad, se trata de integrar. Precisamente, es el amor propio lo que nos permite sobreponernos a ese momento de dolor – sobre todo cuando sabemos que hay algo valioso que salvar – para acercarnos al otro con entendimiento, con el corazón abierto y ser capaces de decir “yo también estoy sufriendo por esto, pero aquí estoy para ti, para nosotros, para que superemos esto juntos”. Lo más especial de todo esto, es que cuando somos capaces de acercarnos y abrir nuestro corazón de esta manera, es cuando más reafirmamos nuestro auto respeto porque estamos eligiendo la fortaleza y el coraje por sobre el miedo, para hacer esta apertura e intentarlo – sin importar lo que resulte de ello –, siendo coherentes con lo que sabemos que nos hará crecer.
De todas formas, siempre es necesario descubrir cuál es la distancia que necesitamos en cada relación para sanar y poder recomponerla. Y si no se puede, para poder alejarnos en paz.
Con amor,
Francisca Jara
Tarot & coaching espiritual para que reveles tu potencial y aportes con tu luz al mundo.
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