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Primera reunión de apoderados del año. El director del colegio nos da la bienvenida a los padres que tenemos niños desde jardín infantil hasta kínder. Nos habla de metas, logros, sueños y disciplina. Es una muy interesante presentación. En un momento de la charla nos dice que quiere compartir un video de dos minutos con nosotros. Le pone play.

Imaginen las siguientes palabras, narradas en off por un niño chico, con una música muy bonita de fondo e imágenes de un muchachito de cuatro o cinco años. “Papá, no lo sabes ahora pero te estoy viendo. Estoy viendo las cosas que haces. Estoy mirando cómo tratas a las personas. La forma en que me tratas a mí. A mi mamá. A mi hermana. La forma en cómo vives tu vida está teniendo un gran impacto en mí. Cuando me llegue el momento de escoger una carrera y mantener a mi familia, tu ética en el trabajo estará en mi mente. El tiempo que pasas conmigo, aunque sea haciendo cosas simples, me va a dar un sentido de seguridad. Habrá momentos en mi vida en que tenga que luchar con la integridad y tal vez no sepa qué hacer. Recordaré cómo elegiste hacer lo que era correcto, aun cuando pudiste haber hecho lo contrario. Y así como tú tomas decisiones, yo también las tomaré. Por favor no tengas miedo de mostrarme tus fallas, tus errores. Yo aprenderé de ellos. Papá, ¿estás escuchando? Te estoy viendo. Viendo si realmente crees lo que dices sobre Dios. Quiero que me ayudes a mostrarme mi camino, que me enseñes a vivir, pero no de una forma fácil, sino de la forma correcta. Así que te estoy mirando papá. Todos los días. Me estás enseñando cómo vivir, lo sepas o no”.

Termina el video. El silencio es sepulcral. Casi todas las mamás se permiten mostrar la emoción que las embarga y los papás intentamos contener esa lágrima que está a punto de salir. Nos han tirado un contenedor de 18 toneladas sobre el pecho. Nos han dicho una verdad gigantesca. Algo que uno intuye, claro, pero que es un cachetazo cuando se expresa de manera audiovisual y te llega a través de la vista y el oído, en complicidad silenciosa con otras varias decenas de padres. Qué gigantesca responsabilidad tenemos. Qué tremenda cantidad de ejemplo, de molde, de información quedará tatuada bajo la piel de nuestros hijos con cada una de nuestras acciones u omisiones.

Papá, te estoy viendo. La frase es poderosa. Nos hace tan estratégicos, tan relevantes, tan decisivos que es imposible no sentir el peso de nuestra tarea. Durante esos dos minutos de video se me pasaron dieciocho imágenes de cosas que no hubiese querido hacer porque mis hijos me estaban viendo. Desde la chuchada que se me escapó cuando el auto de adelante frenó en seco hasta ese día en que discutí con mi mujer delante de ellos. Desde la botella que saqué del refrigerador y me tomé así no más, sin vaso, hasta el día en que me escondí diez segundos en una tienda, por jugar, y mi hija terminó llorando de angustia. Te estoy viendo, papá.

Ahora entiendo mejor por qué para mí es tan automático y evidente apagar la radio del auto cuando veo pasar un cortejo fúnebre. ¡Porque mi papá lo hacía cuando yo era chico y eso quedó grabado en mi memoria como un rito de respeto y homenaje! Ahora entiendo mejor por qué me cuesta tanto no reaccionar neuróticamente cuando discuto o me critican. ¡Porque mi viejo pegaba un portazo cada vez que peleaba con mi mamá!

Yo estaba viendo a mis padres pero no estaba consciente. Los observaba muchísimo más de lo que recuerdo y demasiadas de las cosas que soy ahora entraron por mis ojos y modelaron mi personalidad. Insisto, qué gigantesco es el rol que tenemos. Quisiera ver ese video todas las semanas de los próximos diez años para no olvidar lo responsable que soy de la autoestima y de la calidad humana de mis hijos. Lo que mi mujer y yo hagamos y digamos, la manera en que reaccionemos, la consecuencia que mostremos entre nuestras palabras y nuestros actos, todo eso está modelando la vida de nuestros hijos. Comparado con cualquier trabajo, por difícil que sea, este es el desafío más grande que un padre de familia tiene y tendrá en su vida.

Rodrigo Guendelman

Fuente y foto: www.guendelman.cl