You are currently viewing Fue violada en grupo el día de su matrimonio y quiso vivir para contarlo y ayudar

Cuando una novia no llega a su matrimonio, puedes imaginarte cualquier cosa, desde un arrepentimiento hasta un accidente, pero definitivamente lo que le ocurrió a la keniata Terry Gobanga está fuera de cualquier posibilidad imaginable, realmente para no creerlo: el día de su boda Terry fue secuestrada, violada en grupo y abandonada en una cuneta.

La tragedia de Terry Gobanga

Una situación horrible para cualquier persona, una historia que duele aunque no la hayamos vivido en carne propia, pues se trata de un acto cobarde de humillación, violencia y agresión, que por supuesto deja secuelas físicas y psicológicas que son difíciles de borrar. A pesar de la crudeza de los hechos, Terry hoy es una sobreviviente y se atreve a contar al mundo su historia, para demostrarle al mundo que por muy difícil que sea, sí es posible renacer de las cenizas, salir adelante y continuar con la vida. Además, esta no fue la única tragedia que le tocó enfrentar, pues su vida dio un vuelco en 180 grados. Aquí su relato.

“Iba a ser un gran día. Como era pastora, iban a llegar los miembros de nuestra iglesia, así como todos nuestros familiares. Mi prometido y yo estábamos muy emocionados porque nos casábamos en la catedral de Todos los Santos de Nairobi, Kenia. Además, había alquilado un bonito vestido. Pero la noche anterior me di cuenta que tenía alguna ropa de Harry (su prometido), incluida su corbata”. Así comienza su impactante relato.

“Él no podía llegar a su boda sin corbata, así que una amiga que se quedó a pasar la noche conmigo me prometió que lo primero que haría en la mañana sería llevársela. Así que nos despertamos al alba y la acompañé a la estación de autobuses. Luego, de regreso a casa, pasaba frente a un tipo sentado sobre el capó de un coche cuando de repente me agarró por la espalda y me metió en el asiento trasero. Había otros dos hombres adentro y se pusieron en marcha. Todo pasó en una fracción de segundo. Me metieron un pedazo de tela en la boca, pero forcejeé y traté de gritar. Cuando logré apartarlos, les chillé: ‘¡Es el día de mi boda!’. 

Fue entonces cuando recibí el primer golpe y uno de ellos me dijo que o colaboraba o iba a morir. Los hombres se turnaron para violarme. Estaba segura de que moriría, pero seguía luchando. Así, cuando uno de ellos me quitó la mordaza le mordí los genitales. Gritó de dolor y, ante ello, otro me clavó un cuchillo en el costado. Fue entonces cuando abrieron la puerta y me expulsaron del coche en marcha. Estaba a kilómetros de mi casa, en las afueras de Nairobi. Habían pasado más de seis horas desde que me habían secuestrado”. 

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Luego de esto Terry perfectamente pudo haber muerto, abandonada en una zona baldía, pero un niño se cruzó en su camino y logró avisar a más personas, quienes la ayudaron hasta que llegó la policía:

“Cuando llegó la policía trataron de tomarme el pulso, pero no lo consiguieron. Así que, creyendo que estaba muerta, me envolvieron en una sábana y se dirigieron a la morgue. Pero ya de camino, me empecé a ahogar y tosí. “¿Está viva?”, preguntó uno de los policías, quien dio media vuelta y condujo hacia el hospital más grande de Kenia. Llegué en shock, murmurando sin coherencia. Estaba medio desnuda y cubierta de sangre, con la cara hinchada por los golpes. Pero algo debió llamar la atención de la matrona, ya que adivinó que estaba por casarme.”

Llamaron a las iglesias del sector y lograron dar con la catedral de Todos los Santos y así informar a su familia de lo sucedido.

“A Harry lo mantuvieron en la sacristía. Cuando supieron dónde estaba, mis padres llegaron al hospital con todo el séquito. Harry, de hecho, traía consigo mi vestido de novia. Y como la noticia había corrido, también había periodistas. Así que me trasladaron a otro hospital para que tuviera más privacidad. Fue allí donde, después de coserme, los médicos me dieron la terrible noticia: “La herida de la puñalada en tu útero es tan profunda que no vas a poder quedarte embarazada”.

Me dieron la píldora del día después y fármacos antirretrovirales para protegerme del VIH. Pero yo empecé a negar lo que me había ocurrido. Harry seguía diciendo que quería casarse conmigo. “La quiero cuidar, asegurarme de que se recupera en mis brazos, en nuestra casa”, exclamaba. Para decir la verdad, yo no estaba en posición de decir sí o no ante el altar. No podía quitarme de la cabeza la imagen de aquellos hombres. A los días, ya menos sedada, pude mirarle a los ojos. Y le pedí perdón. Sentí que lo había decepcionado. Hubo quien dijo que la culpa era mía, por haber salido de casa en la mañana”.

Terry nunca pudo reconocer a sus violadores y decidió cerrar el capítulo así, para no seguir sufriendo y continuar con su vida dentro de lo posible.

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Una nueva boda y una nueva tragedia

A los tres meses de la violación le dijeron que la prueba de VIH había dado positivo, pero que debía esperar otros tres meses para confirmarlo del todo. Aún así, Harry y Terry comenzaron a planear su boda nuevamente. En eso, una mujer la contactó para decirle que ella también había pasado por algo similar y que junto a sus amigos, querían regalarle la boda completa y que eligiera para ese día todo lo que quisiera.

“En julio de 2005, siete meses después de la primera fecha elegida, Harry y yo contrajimos matrimonio y nos fuimos de luna de miel. A los 29 días de haber regresado, la noche era fría. Harry encendió una estufa de carbón y la llevó a la habitación.  La retiró tras la cena, porque el cuarto estaba realmente caliente, y nos metimos tras las mantas. Él me dijo que se sentía algo mareado, pero no le dimos importancia. El frío volvió y no podía dormir, así que le sugerí que nos cubriéramos con otra colcha más. Pero Harry me dijo que no la podía traer, que no tenía fuerzas.

Curiosamente, yo tampoco conseguía levantarme. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que algo andaba mal. Pero perdió el conocimiento y yo también me desmayé. Me recuperé, traté de llamarlo y al principio me respondió, pero luego ya no. Así que me abalancé fuera de la cama y vomité, con lo que recuperé algo de fuerza. Me arrastré hasta el teléfono y llamé a mi vecina.

“Algo anda mal. Harry no me está contestando”, le dije. Volví a desfallecer. Me desperté en el hospital. Y lo primero que hice fue preguntar dónde estaba mi marido. Me explicaron que lo estaban asistiendo en el cuarto contiguo. “Soy pastora. Vi muchas cosas en mi vida y necesito que sean sinceros conmigo”, les pedí. “Lo siento, pero tu esposo no sobrevivirá”, me contestó entonces el doctor. No me lo podía creer. Volver a la iglesia, pero en aquella ocasión para el funeral, fue terrible.

La gente pensó que estaba maldita y apartó a sus hijos de mí. “Tiene el mal de ojo”, dijeron. Y en cierto punto hasta yo misma me lo creí. La autopsia esclareció lo ocurrido: el dióxido de carbono (producto de la combustión del carbón de la estufa) inundó su sistema y se asfixió. Entré en crisis. Me sentí abandonada por dios, por todo el mundo. No podía creer que la gente pudiera reír, salir de fiesta, continuar con su vida.

Me quebré.

El renacer de las cenizas

“A los días, sentada en el balcón oyendo a los pájaros cantar, me dije: “¿Cómo es posible que Dios cuide de ellos pero no de mí?”. 

Al instante recordé que el día tiene 24 horas y que si me quedaba sentada, absorta en mi depresión y con las cortinas cerradas, nadie me devolvería ese tiempo. Y que así, para cuando me diera cuenta, pasaría una semana, un mes, un año… tiempo tirado por la borda. Esa era la cruda realidad. A la gente le dije que nunca podría volver a casarme.

Dios se llevó a mi esposo y la simple posibilidad de, en algún momento, tener que pasar por una pérdida similar se me antojaba demasiado. El dolor es tan intenso… No se lo deseo a nadie. Pero había un hombre, Tonny Gobanga, que no dejaba de venir a visitarme. Me animaba a hablar del que fue mi marido y a recordar los buenos momentos. 

Cuando en tres días no tuve noticias de él me enfadé. Así me di cuenta que me había enamorado de él. Tonny me propuso matrimonio, pero le dije que se comprara una revista, leyera mi historia y que decidiera si después de eso me seguía queriendo.

 

Y lo hizo: volvió y me dijo que quería casarse conmigo. “Escucha”, le advertí. “Hay algo más: no puedo tener hijos, por lo que no puedo casarme contigo”. Y él me contestó: “Los hijos son un regalo de Dios. Si conseguimos tenerlos, amén. Si no, tendré más tiempo para amarte”.

Ante eso, no pude más que responder que sí, que me casaría. Así que Tonny fue a contárselo a sus padres. Y ellos se alegraron… hasta que supieron de mi historia. 

Su suegro pensaba que ella estaba maldita, incluso se opuso a la ceremonia, pero decidieron seguir adelante. A tres años de su primer matrimonio, Terry decidió que sí se merecía otra oportunidad en la vida.

“Cuando intercambiamos los votos, pensé: “Aquí estoy de nuevo, Padre. Por favor no lo dejes morir”. Y cuando la congregación rezó por nosotros lloré sin control. Al año de aquello, me sentí indispuesta y acudí al médico. Para mi sorpresa, me dijo que estaba embarazada. 

Con el estado de gestación más avanzado me prescribieron reposo total, por los daños en el útero consecuencia de aquella puñalada. Pero todo fue bien y di a luz a una niña, a quien pusimos de nombre Tehille. Y cuatro años después nació nuestra segunda hija, Towdah. Hoy soy la mejor amiga de mi suegro.

Sobrevivientes de violaciones

Además, escribí un libro sobre mi experiencia, titulado Crawling out of Darkness (Saliendo de la oscuridad), con el que pretendo dar esperanzas a la gente, decirles que es posible renacer de las cenizas. También fundé una organización, llamada Kara Olmurani

Trabajamos junto con sobrevivientes de violaciones. Así las llamamos, no víctimas. Les ofrecemos asesoría y apoyo. Ahora estamos tratando de poner en marcha una casa de acogida a la que ellas puedan llegar a recuperarse antes de volver a enfrentarse al mundo. Yo, por mi parte, perdoné a mis atacantes.

No fue fácil, pero me di cuenta que era injusto para mí seguir enfadada con una gente a la que probablemente no le importaba lo que me habían hecho. Mi fe también me anima a perdonar, a no pagar al mal con odio, sino haciendo el bien. Lo más importante es el duelo. Pasar por cada una de sus fases.

Debes avanzar hacia tu destino, porque te está esperando y tienes que conquistarlo”. 

Seguro jamás pensaste que esta historia terminaría así, incluso pareciera que supera a la realidad, pero lo cierto es que es un ejemplo de que siempre es posible salir adelante. Siempre habrá dificultades, algunas más grandes que otras, pero está en tu interior decidir salir de allí y comenzar a vivir nuevamente. 

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Por: Fernanda Urzúa M.

Fotos: bbc.com