You are currently viewing “Aprender a Nadar… de nuevo” una columna de @NereadeUgarte

india

Estoy acostada, todo a mi alrededor está oscuro y acabo de ver  una estrella fugaz. Me encuentro en el viaje de mi vida, tapada con una mantita fucsia con brillitos naranjos (con un olor bastante particular debido a la forma en la que llegó hasta aquí),  con 2 grados de temperatura en el ambiente, encima de un colchón muy poco acogedor y en pleno desierto de Jaisalmer en la India. Llegué aquí en un camino de dos horas arriba de un camello y pasaré aquí la noche ya que el objetivo de hoy es vivir la experiencia de dormir literalmente “bajo las estrellas”.  Lo único que puedo divisar a mi alrededor son las lejanas luces que se perciben en el cruce fronterizo con  Pakistán.

Cuando uno cuenta que va a la India todo el mundo te dice cosas, desde que es muy fuerte y pobre, hasta que encuentras las sedas más maravillosas del mundo, sin embargo estar aquí y vivirlo, es prácticamente imposible de transmitir. Hay momentos del día en que me siento en la película más surrealista que uno se podría imaginar, desde ver a un niño comiendo basura sin zapatos al lado de una vaca desnutrida y un hombre preparando te chai para los turistas. Los colores, los ruidos, la cantidad de personas, los olores, las vidas de la gente, la pobreza, es inmensamente conmovedor. La verdad que las cosas que uno puede llegar a sentir aquí, creo que son intransmisibles simplemente por el hecho de que son tan nuevas para cualquiera que no pertenece a esta cultura, que no hay con qué compararlo y se torna imposible de describir…  Estos días he aprendido tanto de mi, como jamás me hubiese imaginado y en lo que más me he dedicado a divagar es en la infinita capacidad que tenemos los seres humanos para ponernos a prueba y sorprendernos de nosotras mismos cada día; la clave para hacerlo está en sacarse las “alitas”.

Cuando uno aprende a nadar se mete de a poquito a la piscina, te ponen alitas, chaleco salvavidas, juegas “cachipún” para que meterte entero no sea tan difícil… y así, va pasando el tiempo. Hasta que aprendes, hasta que dejas las alitas y te tiras un piquero y si eres más arriesgado, una “bombita”.  Hay un período en la vida en que nos la pasamos tirándonos piqueros sin miedo a ahogarnos, porque tenemos la mediana certeza que de hacerlo, alguien estará ahí para rescatarnos. Sin embargo te conviertes en un adulto, más menos independiente y “las alitas” te las vas poniendo sol@, dependiendo de cómo te va… Tus límites se van circunscribiendo a tu experiencia de vida. Y creo que es aquí donde muchas veces nos equivocamos. Es aquí donde volvemos a ponernos todo tipo de precauciones porque la sociedad se encarga de enrostrarte los miedos cotidianamente: perder un trabajo, invertir tu plata en un emprendimiento, casarte cuando estás en el pic del enamoramiento, tener un hijo cuando estás mal en pareja, irte a estudiar afuera cuando estás en lo mejor de tu carrera, viajar por mucho tiempo cuando estás comenzando una relación, en fin, situaciones que muchas veces uno intenta  arriesgrase pero que siempre alguien te recuerda porqué es mejor no hacerlas: ¿estás segur@?, ¿es realmente necesario?, ¿para qué ahora?, ¿no será mejor esperar a un mejor momento?…  Y yo me pregunto entonces: ¿Cuándo es un mejor momento?, ¿Alguien tiene la receta perfecta para saber cuándo es adecuado algo? ¿Cuándo es el mejor momento para sacarse las alitas, tirarse a la piscina y meterse el miedo al bolsillo?

Estos últimos días me he permitido sentir felicidad extrema, intensos miedos, grandes tristezas, las más contagiosas risas, sorpresas realmente nuevas, en fin, un huracán de sensaciones a las que me expuse a vivenciar  porque dejé mis “alitas” en Chile. Caminar por cuadras por una calle llenísima de basura y agua podrida sin zapatos para poder entrar a un templo y ser testigo de la fe más apasionada que las personas tienen por sus creencias, no tiene precio y aunque no sea lea fuerte, créanme, no fue nada de fácil… dormir tiritando una noche entera con arena hasta los oídos en el medio de la nada pero poder ser observadora de los fuegos artificiales naturales más lindos que se pueden ver sólo mirando las estrellas en el desierto… En fin, cada quién con sus propios límites, mi invitación hoy es pasarlos, es probarse, es que se den cuenta de que somos capaces de mucho y que reprimirnos sentir todo eso, es restarnos experiencias en la vida, es olvidar que hay momentos que sólo ocurren una vez y no podemos desperdiciarlos… Para todo esto, hay que sacarse “las alitas” y tirarse con todo… a sentir.

Por Nerea de Ugarte, Directora de Mujer y Punto para Edición Enero Revista Cosmopolitan

@nereadeugarte