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“El agua que rodea al barco lo remece, pero el agua de adentro es la que lo hunde”. Hace un tiempo leí esta frase y creo que se aplica muy bien a la autoexigencia.

En términos simples, la autoexigencia es exigirnos a nosotras mismas siempre más. Ser más delgadas, más exitosas, más extrovertidas, más adineradas, más, más… Como dice Rafael Santandreu, psicólogo español, “la autoexigencia de hoy en día es demencial”. En el caso de las mujeres es aún peor. Muchas veces en mi consulta me toca ver mujeres que para sentirse bien consigo mismas ponen una lista de requisitos que cumplir. Es como si dijeran “me querré a mí misma solo cuando tenga novio, un buen trabajo, dinero, un cuerpo delgado, hijos…” y un largo etcétera. Las obligaciones y mandatos sociales que antes eran externos, se interiorizaron y ahora somos nosotras mismas las que nos exigimos rendir cuentas, a veces de manera despiadada.

Me acuerdo de Ana, una encantadora chica que vino a mi consulta, quien tenía una vida que de lejos parecía muy buena: amigas, dinero, un apartamento propio, un trabajo que le gustaba; sin embargo, ella se sentía como una fracasada. “Tengo 30 años, ya debería tener novio, ¿no?”. Ahí estaba ese “debería” tan dañino.

¿Quién dice que a los treinta hay que emparejarse? ¿Quién dice que estar en pareja es garantía de felicidad? ¿Acaso no conocemos mujeres en relaciones tóxicas que eran mucho más felices, solteras? Ojo que no estoy en contra del amor. Vivir el amor es sin duda una experiencia maravillosa, pero no si se vive desde la carencia, desde la dependencia, desde necesitar al otro para que me complete y me haga feliz. Si me aproximo a cualquier relación como un mendigo, esa relación está destinada a hacerme sufrir (sea o no de pareja).

En el caso de Ana, lo que le “faltaba” era un novio, pero podría haber sido cualquier otra cosa. La clave está en darnos cuenta de que no nos falta nada. Que desde el momento exacto en el que estoy, puedo reconocerme como un ser humano completo y agradecer lo que soy y lo que tengo. Y es desde ese estado de amor propio y gratitud que podemos crecer, desarrollarnos y esforzarnos por lo que queremos, sabiendo desde, ya que somos valiosas y que lo que logremos no va a agregarnos valor porque ya está dentro de nosotras. Tampoco nuestros logros serán varitas mágicas que nos otorgarán felicidad, pues la felicidad está relacionada más con un estado de paz interior y no con la acumulación de títulos, relaciones o cosas. Así pues, dejemos de exigirnos tanto y aprendamos a disfrutar de quienes somos y a encantarnos con nuestra propia compañía. Sobre todo, dejemos de tratar nuestra vida como una lista de tareas por cumplir, creyendo que la felicidad está en el futuro, en el próximo logro. Más bien aprendamos a reconocer la belleza interior que está allí desde que nacimos. La niña que está dentro de nosotras sigue queriendo sentirse amada. De cada una depende decirle cada día lo valiosa y maravillosa que es. Completa y maravillosa.

Por Valeria López Báez

Terapeuta de hipnosis y coach en la consulta online www.positivamente.cl