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Cuando nos dicen que estamos embarazadas nuestro mundo cambia completamente. Imaginamos el futuro con nuestro hijo: ¿Qué le gustará? ¿Con quién jugará? ¿Le gustará bailar o querrá jugar fútbol? Y así comenzamos a vislumbrar un futuro increíble.

Pero, a veces el destino, nos tiene preparada otra cosa y nuestros “sueños” se caen…solo por un rato.

Hoy les queremos compartir esta emotiva carta que decidió escribirle Shannon Frost Greenstein a su pequeño hijo diagnosticado con autismo.

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Querido hijo:

No sé qué es lo que va a suceder ahora. Lo sé, lo sé, soy tu madre y se supone que lo debería de tener todo más o menos planeado. Se supone que ya habría hecho listas con los colegios más cercanos a los que podrías acudir y buscar uno bueno. No hace falta que fuera el mejor, no soy una de ESAS madres, pero sí buscaría una buena educación para ti. Tendría preparada la cámara de vídeo para cada representación que hicieras en el colegio y pasaría las tardes ayudándote con tus proyectos de ciencias, porque eso es lo que las madres cariñosas hacen.

¿Qué significa eso? Sí, sé que solo tienes dos años, pero parece que hemos perdido el rumbo. Quiero hacer un buen trabajo como madre. Quiero darte todas las oportunidades posibles. Quiero que estés preparado para luchar entre los mejores en el mundo tan competitivo en el que vivimos, porque a pesar de que no soy una de ESAS madres, deseo que sigas mis pasos y tengas éxito en los estudios.

Como dije antes, se supone que debería de saber qué hacer, conocer cada paso del camino. Haber pensado en las actividades extraescolares, los profesores particulares, el equipo de fútbol, las clases de piano… Literalmente había escrito los detalles de tu crianza y educación antes de encaminarme hacia la cesárea. Así que, como ves, sabía que hacer a cada paso del camino.

Entonces, ayer fuiste diagnosticado: tienes autismo. Ahora siento como si los dos juntos estuviéramos varados en el mar. Como si una corriente de olas nos golpease con fuerza en medio de una tormenta y solo pudiéramos dejarnos llevar. No estoy tratando de asustarte. Pero no tengo ni idea de qué hacer a continuación: no hay muchos manuales sobre la crianza de niños con autismo… y sí muchas preguntas.

Anoche, me descubrí tratando de no llorar. Estaba viviendo un duelo al despedirme del doctor que nunca llegarías a ser, de la estrella de baloncesto en la que nunca te convertirás. Estaba llorando por las novias, los trabajos o los logros que nunca vivirás. Estaba rota por el futuro porque ninguna de las piezas encajaba.

Pero, ¿sabes qué?, ¿sabes lo que pienso ahora mientras escribo esta carta? A tomar viento con todas esas expectativas: las habrías roto igual, aunque quizás más tarde. Y había tenido que aprender de la misma forma a ser una buena madre para ti, para tus necesidades y deseos propios.

Es decir, ¿has visto a esos niños que se preparan desde la infancia para ser médicos?, ¿no te dan ganas de salir corriendo antes de imaginar a alguien que no sabe expulsar sus propios gases pinchándote con una aguja? Por otro lado, ¿conoces los temas que usan algunos de ellos en sus doctorados?, ¿crees que necesitamos más expertos en el mundo sobre “los hábitos de apareamiento de los Pitbulls con cierta resistencia a los antibióticos”? Imagino que estas preguntas te desconcertarán, después de todo solo tienes dos años.

Me he dado cuenta de que ese plan que tenía para ti, aunque lo hubieras aceptado (aunque hubieras cometido ese error), no sería garantía de nada. ¿Sabes de qué me di cuenta también? De que no eres para nada aburrido. Eres dulce, amable y brillante.

Atravesarás la habitación corriendo para darme un beso y resolverás los problemas a tu manera. Incluso cogerás al gato para abrazarlo violentamente cuando está huyendo de ti, lo que de hecho, es algo que tenemos que trabajar, pero que hace que tu madre se sienta muy orgullosa. Y, sí, eres mi hijo con autismo, pero también eres único y genuino. De manera que, ¿por qué estoy llorando por planes que se han roto cuando estos en realidad nunca existieron?

Al final del día, por supuesto, tu futuro todavía es desconocido. Pero basándome en el pequeño que ya conozco, empiezo a pensar que serás un adulto feliz, independiente y realizado. Porque, el diagnóstico no ha hecho que haya dejado de ver en ti esa inteligencia y esa excepcionalidad que me fascina.

Así que a partir de ahora, desde esta misma mañana, tengo la esperanza en que serás tratado como cualquier otro niño volátil, poco razonable, emocional, reactivo, explosivo, raro y con temperamento. Durante los próximos años, cruzaré los dedos en lugar de quejarme, justo al lado de las madres de los niños neuróticos, cuando cambies de opinión sobre tu merienda en preescolar. Desearé verte descubrir babosas y enterrarlas como un tesoro, inexplicablemente aún vivas, igual que lo hacen los niños sin autismo.

Es decir, mi amor, tener autismo no es un obstáculo insalvable para la grandeza, el éxito o la normalidad. Y anticipo que, según vayas creciendo, continuará siendo así. Eres cariñoso e ingenioso; eres obstinado, resiliente y decidido. Eres capaz. Te esperan cosas brillantes en el futuro. Y, a pesar de lo que aprendimos ayer, me considero una persona con suerte, porque de todos los recién nacidos que podría tener como hijos, te tengo a ti.

 Te tenemos a ti, mi amor. Y juntos averiguaremos cómo seguir adelante.

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