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Si la frase “A partir de cierta edad, cada persona es responsable de su rostro” tiene tanta aceptación, se debe a que, en efecto, nuestro semblante refleja la historia vivida y expresa si hemos sido o no capaces de llegar a un acuerdo con nosotros mismos.

¿Hemos conquistado las mujeres de hoy una nueva forma de vivir la madurez? ¿De qué podemos disfrutar en esa época que comienza en los 50 y se alarga hasta el final de la década de los 60? Quizá de la conquista de un equilibrio emocional que nos lleva a vivir de forma gratificante una etapa que puede ser muy placentera. Para ello es necesario que hayamos realizado operaciones psicológicas que hayan hecho posible aceptarse, conocer las carencias y las limitaciones, amarse a pesar de ellas, comprender a los padres, confiar en la capacidad para educar a los hijos, además de haber llegado a un acuerdo entre lo que queremos ser y lo que somos, entre lo que esperaron de nosotros y lo que deseamos. Establecer relaciones interpersonales gratificantes, tener una buena comunicación con los hijos, vivir la satisfacción de haber hecho las cosas bien con ellos, dejar de quejarnos por lo que no tenemos… Todo esto se puede realizar en la madurez.

NUEVA OPORTUNIDAD. 

La madura actual no tiene nada que ver con la de hace dos generaciones. Quizá tenemos que aprender a mirarnos de nuevo. A los 50 años, las mujeres atravesamos la revolución corporal y mental que tiene que ver con la menopausia y que, al estilo de lo que ocurre en la adolescencia, nos hace focalizar la atención en el cuerpo.

Cuando comenzamos la década de los 60, el físico comienza a tener cierta estabilidad y, en el mejor de los casos, el psiquismo también. Quizá podríamos denominar plenitud a la época que va de los 40 a los 50, madurez a la que va de los 50 a los 70, y dejar el término vejez para los 80 en adelante. A no mucho tardar, será normal vivir más de 90 años.

Negar la edad cronológica y hacer cosas que fuerzan demasiado nuestro cuerpo es dañino, al igual que no cuidar nuestro mundo emocional. Cuando comenzamos la madurez hay preguntas convenientes que intentan situar a la persona en un nuevo lugar si no está contenta con lo conseguido. La experiencia le ayuda a cambiar para enfrentar el futuro, se hace balance de lo que se ha hecho, aparecen preguntas como “¿Qué quiero de mi vida?”, “¿Qué he hecho hasta ahora?”. 

Las mujeres construimos nuestra feminidad a lo largo de toda la vida, tal como afirma el psicoanalista J. D. Nasio. De esta forma, la construcción de la identidad femenina es una aventura vital. Esta etapa es un momento estupendo para revisar lo que no marcha bien y soltar todo aquello que no nos permite vivir a gusto. Disfrutar de ella es un placer, pues en ella, si todo ha ido bien, se ha alcanzado la autonomía, la independencia y la libertad.

Además, tenemos tiempo para cuidarnos e invertirlo en nosotras mismas.

Madurar bien implica conocer lo que queremos y lo que no queremos, significa poder elegir. Madurar es crecer. Si hemos ido elaborando los cambios necesarios, llegaremos a esta etapa con el sentimiento de libertad que proporciona el aceptarse, y con el placer de dedicarnos por fin a lo que nos gusta. Si la relación con la feminidad marcha bien, a lo largo de la madurez se recogen los frutos de lo vivido. Y si tenemos conflictos, también es el momento para resolverlos. Nunca es tarde para intentar vivir mejor. 

Llegar a esta edad y disfrutar de ella es un placer porque en esta etapa se ha alcanzado la autonomía y la independencia, si hemos ido elaborando los cambios necesarios.

Fuente: Mujerhoy