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Ciertamente no es novedad ni secreto, que el modo en el cual se transmite un mensaje es muy importante a la hora querer cumplir ciertos objetivos. Por esta razón, se crean mensajes publicitarios específicos pensando en un target particular. Por ejemplo, si yo deseo vender una cerveza apuntando fundamentalmente al público adulto joven, puedo hacer uso de lenguaje informal en los comerciales.

A su vez, si deseo establecer un acuerdo comercial, como un convenio, tendré que vestir y hablar formalmente, señalar como ambas organizaciones se podrían beneficiar y adoptar una postura particular que transmita seguridad.

En las relaciones humanas, la comunicación asertiva permite mayor confianza y complicidad, lo que contribuye a la propia sensación de bienestar. Muchos conflictos se generan o se ven influidos por un modo incorrecto de transmitir un mensaje, ya sea de manera agresiva, con uso de sarcasmos y “ataques personales”.

Asertividad implica comunicar el propio punto de vista, darse a respetar y al mismo tiempo, respetar los derechos e ideas de los demás.  

Además, hay otro aspecto que contribuye a los malentendidos y al empeoramiento de los conflictos. Aspecto que el psicólogo estadounidense Aaron Beck prestó atención y abordó dentro de sus obras. Los seres humanos tenemos ciertos pensamientos y creencias respecto de ciertos eventos, y nuestras reacciones emocionales y conductuales, se ven influidas por aquellas ideas. Por ejemplo, si una madre le dice a su hijo que quiere hablar seriamente con él, el chico quizá manifieste ansiedad porque piense que “hablar seriamente” implica regaño o el planteamiento de una mala noticia.

Todo el tiempo se hacen interpretaciones de las conductas de los demás, pero a veces, aquellas interpretaciones son erróneas, y no todos se dan el tiempo de cuestionar si lo que piensan es verídico. La situación se torna más complicada cuando se interpreta una conducta como negativa y/o como ataque personal, lo que podría provocar un acto impulsivo.

Por ejemplo, un hombre pudo haber tenido un mal día y al saludarlo su esposa alegremente, él pudo haberle respondido de manera fría y apática. Una de las posibilidades es que ella interprete la respuesta de su marido como manifestación de desprecio. Esa idea tiene otras ideas a la base que la sostienen, que guardan relación con experiencias previas.  Si la mujer en cuestión no se da el tiempo de reflexionar otras posibilidades de la actitud de su esposo, puede generar rencor o resentimiento llevando posiblemente a un reclamo del tipo “nunca me tomas en cuenta”, “¿por qué siempre eres tan apático?”, lo que podría llevar a su marido, a adoptar una actitud “defensiva”.

Para afrontar los conflictos de una manera más asertiva, es preciso dar cuenta que la otra persona por el hecho de serlo, merece ser tratada con respeto tal como nosotros, y por ende resulta útil reflexionar como nos sentiríamos nosotros, si nos trataran con agresividad o desprecio.

Cuando se siente molestia respecto de algo y se requiere llegar a acuerdos, en primer lugar, es necesario tomar distancia cuando se siente ira, para relajarse y poder pensar bien que es lo que se desea manifestar a la otra persona.

Cuando se desee hablar, es preciso evitar calificativos negativos que tiendan a encasillar, tales como “eres un tonto”, “eres una inútil”. También es mejor evitar frases que impliquen “absolutos”, que incluyan las palabras “siempre” o “nunca”, por ejemplo “siempre haces lo mismo” o “nunca haces algo bien”. Hay que comunicarse evitando groserías y hablando con un tono de voz calmo, dando un discurso claro y conciso respecto de la razón de la molestia, como hizo sentir, que es lo que se critica y que cambios se esperan.

A su vez, adoptar una disposición de escucha a lo que el otro tiene que decir, contribuye a un diálogo más fructífero, se puede comprobar si las interpretaciones que hicimos de sus acciones son correctas o no, además de pedir disculpas por las propias equivocaciones.

Por María Eugenia Gómez
Psicóloga Clínica.