Es importante entender esta satisfacción de contacto como un hecho trascendente en la vida de nuestros recién nacidos, trascendente porque va a tener un alto impacto en nuestra vida emocional y va a determinar la futura interacción con los otros. No procesamos solamente lo que somos capaces de recordar, sino que tenemos la posibilidad de almacenar sensaciones desde antes de nacer y fundamentalmente del contacto que hayamos tenido – o no tenido – con nuestra madre. Todo esto va a influir en la constitución de la vida emocional de nuestro hijo y en la seguridad con la que se mueva por el mundo. Es así que el vinculo que establece la madre con su hijo o hija, en primera instancia, va a jugar un rol importantísimo en la estabilidad emocional de cada uno.
¿Cómo nos vinculamos con nuestro hijo o hija recién nacido (a)?
A través del contacto: en los cuidados, en los cariños diarios, nos contactamos a través de cargarlos, sostenerlos constantemente y alimentarlos.
La lactancia materna juega un rol fundamental, no tan sólo como alimento para el cuerpo de nuestros hijos sino que como alimento para el alma, para el vínculo y para generar en los recién nacidos bienestar físico y emocional. Es bien sabido que el amamantar es 10% nutrición y 90% estimulación: sensaciones, olor, visión. Por esta razón es la leche materna la que completa la maduración de nuestros hijos en el contacto, a través de las terminaciones nerviosas de la piel.
La leche materna brinda calor, brinda protección, genera la sensación de estar en “nuestro hábitat”, en un lugar a salvo y contenido. Cuando el cerebro del bebé se desarrolla en un entorno seguro se propician conexiones sinápticas que permiten un apego seguro también, lo que se traduce en un adecuado desarrollo cerebral.
Además de brindar protección emocional, la lactancia brindará seguridad física: La leche materna es tan perfecta que va variando durante las semanas, los días, incluso las horas. Va variando en torno a las necesidades del recién nacido, al entorno, a las enfermedades del ambiente (para proporcionar anticuerpos), al crecimiento del niño o niña, es decir: es perfecta para cada hijo.
El mantenernos en contacto piel con piel con nuestros hijos y amamantarles cuando lo requieran generará un circulo virtuoso ya que el niño o niña se sentirá seguro, crecerá en optimas condiciones y nosotras como madres estaremos más seguras ya que habrá mayor sintonía con las necesidades del recién nacido y generaremos más leche para satisfacerlo (ya que el contacto permite que se produzcan las hormonas necesarias para el amamantamiento).
El apego seguro nos proporcionará satisfacción; bienestar a nuestros hijos y a cada una de nosotras. Los Patrones de apego seguro, también permitirán a nuestros hijos establecer adecuadas relaciones con el entorno, con los otros, incrementará su autoestima y propiciará vínculos emocionales sanos en el futuro. Toda una valiosa herencia en un solo gesto: mamar.
Toda una demostración de amor en un solo gesto: alimento para el alma.
Por Psicóloga Varinia Signorelli
www.variniasignorelli.cl
Foto de: medicalpress.es