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Rodrigo Guendelman: Lo que no se preguntaron el príncipe y la Cenicienta antes de casarse. “¿Cuál es el secreto de un gran matrimonio?  No es la apariencia, no es la inteligencia ni el dinero. Es tener bajas expectativas”. Con esa genial frase del inversionista y multimillonarioWarren Buffet comienza el recién publicado Matrimonio Investment, debut literario de Carlos Lavín Subercaseaux y uno de los libros más originales que se pueden encontrar en la Feria del Libro.

Si ya su autor es atípico -soltero a los 39 años, ingeniero comercial promatrimonio igualitario, hijo de reconocida escritora y reconocido empresario-  el texto, que tiene como bajada Lo que no se preguntaron el príncipe y la Cenicienta antes de casarse, sorprende al hacer un exhaustivo paralelo entre el matrimonio y las inversiones financieras.

Si bien no es el primero en escribir sobre esto y, tal como cuenta el consultor Eric Parrado en el prólogo, hay antecedentes en los trabajos seminales del Premio Nobel Gary Becker, lo de Carlos Lavín es un esfuerzo notablePrimero porque nunca las finanzas fueron más didácticas y más fáciles de entender gracias a conceptos como “la chica depósito a plazo”, “la chica forward especulativo” o el “track record de la mujer con la que vas a salir”. Pero, especialmente, porque desde la trinchera de la soltería y justificando con astucia que “el inversionista, para ganar, debe ser capaz de anticiparse, puesto que las inversiones deben ejecutarse antes de que los eventos esperados sucedan”; el autor utiliza la lógica financiera para gritar una verdad tan evidente como muchas veces ignorada: el matrimonio requiere análisis, juicio y kilos de razón.

Si el sentido común advierte acerca de eso que no puedes tener si eliges otra cosa, aquí se llama costo alternativo. Si en lenguaje cotidiano se habla de lo largas que son hoy las relaciones de pareja debido al aumento de la esperanza de vida, aquí se llama horizonte de inversión.  Si alguna vez en una sobremesa discutiste acerca de la posibilidad de que se pudiera renovar el contrato matrimonial después de cierta cantidad de años, Carlos Lavín lo plantea así. “¿Resulta razonable entrar en un monoproducto a 50 años plazo? ¿No sería más prudente fijar plazos más cortos con opción de renovar?”.

No sólo es atractivo e interesante usar un lenguaje técnico para hablar de las relaciones de pareja, sino que el autor condimenta su obra con una buena dosis de ironía y sentido del humor. Eso sí, a veces se pone necesariamente serio. Como cuando plantea que “parece razonable afirmar que el matrimonio es una inversión de extraordinaria relevancia para nuestras vidas y, por lo mismo, merece un buen análisis desde todo punto de vista”.

El libro nos sugiere preguntarnos si es rentable el modelo que estamos escogiendo, qué riesgos involucra, de qué plazos estamos hablando, cómo les ha ido a los otros inversionistas que han optado por el modelo “matrimonio”. O sea, nos invita a analizar, a ponerle paños fríos al amor y a tomar decisiones con un mayor abanico de herramientas que permitan usar el criterio.

“El inversionista compra el matrimonio, por lo general, caro, ya que el precio ha sido inflado por las feromonas, la sociedad, Walt Disney y la fantasía de la princesa y del príncipe encantado, el vestido de novia, Dios y todo el bombo que rodea lo que se denomina el Road Show de la inversión”, escribe Carlos Lavín. No puedo estar más de acuerdo con ese texto, con  el capítulo y con el libro entero.

Me casé lo más tarde que pude, fui papá recién a los 40 años y estoy convencido de que, si los hombres atrasáramos esta decisión lo más posible, la tasa de divorcios disminuiría de manera contundente. Y digo los hombres, porque así como las mujeres aprenden a caminar antes que nosotros, también saben lo que quieren de la vida en forma anticipada. Un hombre más viejo tiende a ser más escéptico, más racional, menos apasionado y  más calculador. Y eso que suena tan poco romántico es de una importancia descomunal para mejorar las posibilidades de un matrimonio duradero. Y aquí vuelvo a la frase de Warren Buffet que da inicio a la columna: cuanta más cabeza le metemos a la relación, menor es la expectativa. O dicho de manera más cariñosa: cuanta más racionalidad aplicamos, más realista es lo que esperamos del otro.

Eso no lo enseñan en el colegio ni en la universidad. Se aprende viviendo.  Y, por qué no, leyendo Matrimonio Investment.

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl