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suciedad

Cada cierto tiempo, el chileno chaquetero que llevo adentro me ataca. Son momentos de rabia contra nuestra idiosincracia, contra lo mediocres que podemos ser como sociedad, contra esa conducta inconsciente y repetitiva que impide nuestro progreso como civilización. Voy de menos a más. Y la primera cachetada me la autopropino.

El domingo, volviendo de la playa, me agarré un taco de al menos veinte minutos en el peaje del túnel Zapata. Y me enojé. Pero esta vez no fue contra el Estado, la empresa concesionaria ni el sistema. Me enojé conmigo. Porque desde abril de este año, o sea hace cuatro meses, se puede implementar el TAG para usarlo en la Ruta 68. Ni siquiera es un trámite que requiera ir a algún lado: se puede hacer por Internet. Y, claro, a pesar de que había leído que ya estaba en marcha y hasta había visto los pórticos la última vez que anduve por esos lados, no hice nada. Como buen chileno, tuve que perder casi media hora (podría haber una hora o más si el feriado hubiese caído viernes en vez de jueves) para decir “ahora sí que lo hago”. Y aunque mal de muchos, consuelo de tontos; debo decir que en todo el rato que estuve parado en el taco no vi un solo auto pasar por los dos carriles habilitados para TAG. Somos todos iguales. O casi todos. Reclamamos como perro con rabia cuando algo no nos gustapero cuando nos dan una alternativa procrastinamos hasta el límite. Negligencia pura. Cuántas veces maldije a las concesionarias por los tacos del túnel y ahí estaba yo, mirando como el servicio existía y nadie lo aprovechaba.

Paso ahora a un tema más grave. El cumpleaños número 50 de Los Jaivas del jueves pasado en el Parque Forestal. Todo bien con esa extraordinaria banda que se merece esa y mil celebraciones. Todo mal con los asistentes, los organizadores, la Municipalidad y la Intendencia. Veamos. Dos cuadros robados del MAC. El Castillito del Parque Forestal, recién restaurado y todavía no inaugurado, con destrozos. Cientos de autos y edificios orinados de arriba a abajo. Y rayados. 20 toneladas de basura repartida por la calle. Pasto convertido en barro. Y más de setenta mil personas en un lugar de Santiago que no contaba con medidas de seguridad ni higiene para hacerse cargo de este evento gratuito en día feriado.

Evidentemente hay falta de experiencia por parte de la alcaldía. Obvio que es una vergüenza que no haya habido suficientes baños químicos y basureros. Pero seamos francos. Los primeros responsables somos nosotros. Esos que nos vestimos con poleras que dicen “Soy un indignado” (en serio, lo vi el otro día en la calle) pero que no tenemos el más mínimo interés en cumplir nuestras obligaciones cívicas. Y así vamos perdiendo derechos. “Se evitarán eventos de esta magnitud a futuro” dijo la alcaldesa Tohá. Listo. Se acabaron los recitales grandes en el sector, algo que habría sido espectacular que sucediera una y otra vez si estuviéramos a la altura. Pero no. No lo merecemos. Somos como un niño malcriado, agresivo y cobarde, que destruye escondido entre la manada. “En mis treinta años de servicio nunca había visto el Parque Forestal con tanta basura. Es increíble la falta de educación de la gente”, le dijo a los medios Fernando Vallejo, director de Aseo y Ornato de la Municipalidad de Santiago. Tal cual. Así estamos. Vulgares. Enrabiados. Negligentes. Y cagones.

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl