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Por Joanna Wurmann

Son varios los hoteles considerados icónicos en Miami, pero pocos están ubicados en una isla semiprivada como el Mandarin Oriental en Brickell Key. Nunca olvidaré la primera vez que visité este elegante y distinguido hotel. Aun cuando la época no era la mejor (fue un día después del 9/11), recuerdo haber cruzado ese puente que separa este oasis de elegancia, belleza y tranquilidad de la ajetreada vida, los restaurantes y las tiendas de Brickell. “Este es un mundo aparte. Un verdadero santuario privado”, pensé para mis adentros.

Pues bien, hace unos meses, el viernes de Miami Art Week, para ser exactos, me invitaron a degustar el nuevo menú y conocer la exposición del artista Christopher “Flore” Florentino. Al cruzar el pequeño puente, la sensación fue la misma que aquella de hace 20 años. Atrás quedaba la locura de la ciudad congestionada con los amantes del arte, buscando obsesivamente nuevas experiencias artísticas, así como las largas colas en la i95. Era como si las puertas del cielo se abrieran y uno entrara en un mundo paralelo donde la elegancia, la calma y la belleza reinaban.

Al entrar, es imposible no apreciar la vista de la bahía de Biscayne. Las aguas tranquilas y el horizonte de Miami eran el escenario perfecto para lo que prometía ser un almuerzo inolvidable. A pesar de que el restaurante La Mar es sin duda la atracción culinaria principal del Mandarin, y que por lo general los bares de los hoteles son vistos más como para un traguito o para “pasar el rato”, en esta ocasión, nos sentamos en el recientemente renovado MO Bar+Lounge. Un espacio que exuda una mezcla de elegancia y modernidad. Los colores vibrantes y el diseño contemporáneo reflejan el espíritu energético de Miami y su famosa bahía, creando un ambiente que combina sofisticación con una acogedora calidez.

Mientras admiraba hipnotizada la vista de la bahía, mi mirada se deslizó sobre el menú. La selección de platos ligeros era tan innovadora como deliciosa, perfecta para disfrutar de ese momento de tranquilidad en medio de una semana caótica de trabajo y tráfico. Comenzamos nuestra aventura culinaria con el Tuna Poke Bowl, una deliciosa combinación de atún, arroz de sushi, mango y aguacate que resultó ser un plato refrescante, muy abundante y lleno de sabor. Seguimos con el Spicy Tuna Bao, enriquecido con aioli de aguacate, cebolla crujiente, togarashi y mayonesa picante, y los Angus Beef Sliders, la perfecta e interesante combinación de jugosa carne y ensalada asiática en un tierno pan brioche.

No pude resistirme a probar más de la carta, así que seguí con el Red Eel Roll, una combinación seductora de salmón, anguila asada, aguacate, sriracha y tobiko rojo, y el Ceviche Roll, una mezcla vibrante de camarón, atún, aguacate, cebolla roja, salsa de ají amarillo y micro cilantro. Cada bocado era un deleite, una experiencia culinaria que estimulaba todos los sentidos.

Y como siempre hay espacio para el postre, nos encontramos indecisos frente a tres tentadoras opciones: Chocolate Pistachio Tart con galleta sin harina, crujiente de pistacho siciliano y helado de vainilla; Mixed Berry Cheesecake Bowl con crumble de avellana y frutas frescas; y Key Lime Pie en una tartaleta de vainilla con crema fresca de lima y merengue italiano. Decidimos pedir los tres, y aunque cada uno era un deleite para el paladar, mi favorito fue sin duda el Chocolate Pistachio Tart, una combinación perfecta de chocolate intenso y el toque distintivo del pistacho, todo ello complementado por la suavidad del helado de vainilla. Fue el broche de oro para una comida inolvidable en uno de los lugares más emblemáticos de Miami.

Sin duda, los cócteles, aunque no soy muy asidua al alcohol, fueron uno de los destacados del día. Cada cóctel, inspirado en las obras de Floré, era una obra de arte líquida; cada sorbo complementaba la experiencia del almuerzo de una manera excepcional. El ingenio y la creatividad en estos cócteles eran tan impresionantes como sus sabores.

Finalmente, merecen especial atención las obras de Christopher “Flore” Florentino en el Mandarín Oriental. Las piezas de Flore, con colores vivos y formas audaces, combinan figuras casi infantiles con frases motivadoras, creando un ambiente lleno de energía. Sus trabajos enriquecen la elegancia del hotel con frescura y jovialidad, demostrando una habilidad única para fusionar lo urbano con lo sofisticado.

Joanna Wurmann, Editora y Corresponsal en Miami, Mujer y Punto.
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